miércoles, 29 de diciembre de 2010

Niños de vacaciones...

Detesto contar cuentos. Ya lo saben. Pero hacerlo después de las 22.30 es todavía peor. Me carga que a las 4 de la tarde la casa esté increíblemente desordenada y que las compras del supermercado no duren ni una semana. ¿Algo más? Sí, me pone de pésimo humor que me llamen a la pega porque están aburridas. Lo asumo: ¡odio las vacacionesssssssssss! Ya, ok, no es para tanto. Una puede estar más tiempo con las niñitas, llevarlas al cine, al parque, a la piscina, a las casas de las amigas, recibir a las amigas en casa... Sí, sí es para tanto. Al menos para mí.

Es que todo es tan perfecto cuando la logística del año funicona que llega diciembre y entro en pánico. Siempre me pasa lo mismo. No sé cómo voy a hacer para sobrevivir hasta marzo y, sin embargo, siempre sobrevivo. ¿Soy yo a a todas les pasa que se acuestan a dormir un caluroso día de marzo y se levantan otro caluroso día de diciembre? En el medio, cuando la cuestión está ordenada, pasa tan rápido que ni se nota.

No es casual que mi último post haya coincidido con el final de clases... desde entonces no he parado. Del trabajo a la casa, de la casa a la piscina, de la piscina a la cama. De la cama al trabajo, y así sucesivamente cada día. Más encima la nana se fue a Concepción así que a lo de siempre, sumé las tareas domésticas. En realidad las sumé los primeros días. Ahora nos acostumbramos a buscar la ropa en el suelo y a comer pizza calentada en el microondas. No es grave y yo no tengo que cocinar ni planchar.

Me muevo y mi espalda cruje. En verdad estoy raja. Malena se acaba de dormir. Voy a intentar descansar sin que Sol venga a pedirme que le sirva algo para tomar... ¡a quién quiero engañar! Seguro espera a que cierre los ojos para tener sed. Odio las vacaciones. Apuesto que quien las inventó tenía hijos casados. O era soltero. O era un tremendo imbécil.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Éramos pocos y llegaron los piojos

Que no tenga tos. Que no tenga fiebre. Que no tenga mocos. Que no tenga piojos. Que no se haga en los calzones. Que nunca les quite nada a los otros niños. ¿No será mucho? Son demasiados requisitos para un jardín infantil. Tantos, que si en verdad quisiera cumplirlos todos no la mandarìa nunca!! De hecho son más de los que me piden para renovar la visa de residencia. ¿Será que para primero básico hay que presentar certificado de antecedentes penales?

La cuestión fue que en pleno horario laboral me sonó el celular, y ví que era el número de la maestra de Malena. Me asusté, obvio, como se hubiese asustado cualquier madre. No se escuchaba bien, pero alcancé a entender que habían tenido que llevar a mi niñita a la enfermería. “¿Por qué?, ¿qué le pasó?”, pregunté. “Es que tiene liendres, y está prohibido tener liendres en el colegio. La llevamos a enfermería para verificarlo y sí, tiene”. Ya pohhhhhhhhhhhhhh... ni que fuese sarna en la época del ’20.

Mis hijas se bañan todos los días, religiosamente. Si tienen liendres es primero porque son niñitas de pelo largo, y segundo porque alguien las ha contagiado, así como seguramente ellas han contagiado a otros. Lo encuentro absolutamente normal. Como los mocos, como las peleas entre amiguitos, como la tos cuando cambia la temporada, y como todo lo otro que aquí pareciera ser realmente grave.

Sin ánimo de ofender a nadie, me imagino la misma situación en cualquier otro país. Sobre todo de esos países donde directamente no existen las dueñas de casa porque vivir con un único sueldo es algo impensable. ¿Creen que la maestra llamaría a una madre en horario laboral para avisar que la niñita de tres años tiene liendres y no puede volver a clases? Tal vez me equivoque, pero yo creo que a lo más mandarían una comunicación para que en la casa se haga el tratamiento y regrese con dos trenzas y no más pelo suelto.

El punto es que siempre vuelvo sobre lo mismo. Las pobres maestras. Esos ángeles maravillosos que han decidido por vocación pasar miles de horas con cabros que ni siquiera son suyos. Es que ellas también colapsan. Y estamos en diciembre. Sólo así se entienden tres llamados en tres semanas (no estoy exagerando: el primero por mocos, el segundo por caca y el tercero por liendres). Yo también estaría agotada. De hecho lo estoy. Y más encima me pica la cabeza. ¡Ya sé! Voy a llamar a mi jefa y le voy a decir que tengo liendres y no puedo volver a trabajar hasta no estar segura de que no queda ni un visitante. Tal vez a ella también le parezca grave... aunque no creo.

¿Lo más gracioso? Cuando la Male llegó a la casa mi nana me llamó porque le parecía que estaba tosiendo más que de costumbre. El papá la llevó a la Urgencia y le diagnosticaron Neumonía. Pero eso sí, menos mal que en la enfermería del jardín confirmaron que eran liendres. Porque eso sí es grave. La tos de foca no les llamó la atención. Se ve que no es para tanto... apenas necesita corticoides, antibiótico y reposo. Nada que ver con un champú y el peine fino. Buuuuuu.

lunes, 29 de noviembre de 2010

La boda de mi mejor amiga

Mi mejor amiga es argentina. Su pololo también. Ella vive en Nueva York. Él también. Alguien puede decirme, entonces, ¿por qué chucha se casan en Uruguay? Da lo mismo, el tema es que estoy a punto de abordar un avión a Buenos Aires para luego tomar un barco a Colonia y de ahí manejar hasta Carmelo. Demasiado cool para una humilde madre y periodista como yo. Es que mi amiga es así, transpira glamour. Siempre fue igual. Y a mí me encanta que así sea, porque es todo lo que yo no soy. Por eso la quiero tanto.

El cuento es que por primera vez en seis años mi marido y yo vamos a tomarnos unos días juntos lejos de las niñitas. Serán apenas dos noches pero para mí es el evento del siglo. Primero, porque el matrimonio promete ser digno de Hollywood. Sólo para que tengan una idea, tengo que ponerme un vestido que jamás elegí, ni me probé, ni siquiera vi. Pero es el mismo que usaremos todas las damas de honor. ¿Lo peor? Es strapless. O sea: prohibitivo para una ex lactante que no ha recurrido a las prótesis de siliconas. Pero a mi amiga no le importó, sugirió un sostén sin breteles y ya. Veremos cómo resulta… Segundo, porque arrendamos una exquisita habitación en una suerte de hotel boutique a orillas del río.

Internamente tengo un mix de sensaciones. Obviamente, alegría por mi amiga. Me pone muy feliz que finalmente haya encontrado un compañero de ruta. Pero al mismo tiempo me da pena porque es la última soltera, y ya no se me ocurre que otra fiesta tan entretenida pueda tener. También me da un poco de culpa por las niñas. Nosotros durmiendo con el ruido de las olas rompiendo sobre la pared del cuarto y ellas madrugando para ir al colegio. Supongo que por eso nunca antes nos hemos ido solos…
Porque a pesar de todo, soy muy judía en este sentido. Me mata la idea de que algo pueda pasarles mientras nosotros estamos lejos. O sea, se quedan en Santiago con mi santa madre, que puede resolver absolutamente todo mil veces mejor que yo. Pero igual, me da cosita.

¿Y si se cae el avión? ¿Y si nos intoxicamos con las exquisiteces que seguramente sirvan en la fiesta porque nuestros cuerpos no están acostumbrados y entonces no podemos volver luego a Santiago? ¿Y si algo les pasa a ellas? ¿Y si no se quieren bañar y empiezan con pataletas? ¿Y si mi mamá se enferma y se siente pésimo como para cuidarlas? ¿Y si no se enferma pero colapsa a las 24 horas? ¿Y si suspenden los vuelos por alguna huelga de esas que suele haber? ¿Y si hay otro terremoto?

No no no. No puedo autoboicotearme tanto. Si cualquier cosa de esas pasa Dios proveerá. Y si no provee Él proverá alguna amiga o vecina. Porque, pensándolo bien, ¡ni cagando me pierdo el carrete!

lunes, 15 de noviembre de 2010

Hijos enormes. Enormes hijos

Todavía me acuerdo la primera reunión de apoderados justo antes de que Sol empezara el jardín. Estaba emocionada, excitada, feliz, ansiosa. Sentía que ella estaba grande, enorme.

Le compré el uniforme del talle más pequeño y le mandé a hacer doble vasta, porque le quedaba larguísimo. Luché media hora con los tres pelos superrubios que tenía para poder hacerle un moño y le saqué tantas fotos como me permitió la batería de nuestra primera cámara digital de 2.3 megapixeles.

Por su personalidad, creía que no iba a costarle la adaptación. Le costó poco, y me encantó que así fuera. Murió con las tres gallinas que correteaban por el patio del fondo y eso bastó para que me soltara la mano y se fuera con la tía Guada.

La sala tenía una pequeña ventana bien alta, larga pero angosta. Y yo, como las otra mamás, pasaba unos cuantos minutos con la nariz pegada al vidrio tratando de espiar lo que pasaba allí adentro.

Y después todo pasó demasiado rápido. Demasiado.

Dejó el chupete. Dejó los pañales. Dejó la mamadera. Invitó a sus amigas a jugar a la casa. Se quedó a dormir en la casa de Lola. Y de Iara. Y de Flor. Y de Cande. Se fue de excursión. Nació su hermana Malena. Empezó a pololear. Dejó de pololear. Nos mudamos a Chile. Hizo nuevas amigas. Cambió el “Sho soy Sol” por “Io soy la Sol”. Tuvo si primera pijamada. Y, ahora, se gradúa de kinder. Oh my god. Se gradúa de kinder.

Es increíble cómo ha pasado el tiempo. Es increíble cómo hemos crecido todos. Va más allá de qué tipo de madre seamos, cuánto rato le dediquemos a los niños o qué soñemos para ellos el día de mañana. Estos pequeños `hitos` de la vida de nuestros hijos, necesariamente, nos llenan el estómago de mariposas.

Es un post demasiado serio, lo sé. Pero es que al cagó cómo me movilizan estas cuestiones. Sobre todo, imagino, cuando se trata de la hija mayor...

Ayer vi la foto que le tomaron con el birrete (sí, birrete. Too much, pero divertido igual!). Salió tan linda. Es tan linda. Y eso a pesar de la ensalada de dientes gigantes que últimamante le han salido. La verdad, es un sol. Mi Sol. Mi enorme Sol.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Casi cualquier cosa

Basta. Estoy chata de las dos niñitas que sistemáticamente molestan a mi Sol. Que no te sientes aquí, que vete para allá, que tú no puedes jugar, que tu dibujo está feo. Si no me obligase a contar hasta cien cada vez que las escucho molestar a mi princesa mayor, les gritaría hasta dejarlas despeinadas (y sordas).

Las mujeres somos capaces de soportar casi cualquier cosa. Podemos parir bebés enormes, podemos cargar guaguas de 18 kilos desde el auto hasta la cama, podemos soportar la depilación del rebaje con cera caliente y hasta aguantar todo el día comiendo apenas un par de hojas de lechuga. Pero lo que no podemos aguantar es la cara de tristeza de nuestros niños.

Es increíble cómo somos capaces de somatizar y empatizar con estas cuestiones. A mí me duele la guata cada vez que veo en Sol una mueca triste. Me gusta el título de ese libro que dice “Si todo es bullying, nada es bullying”. O sea, entiendo que a los seis años estas son cosas de niños, pero cuando se vuelve sistemático es momento de empezar a prestar más atención…

Lo bueno es que Sol no pesca demasiado. Como que se va a jugar con otras, y ya. Pero me consta que no le da lo mismo, porque en la casa siempre hace algún comentario sobre estas pequeñas “malditas”.

Me pregunto hasta dónde las madres podemos interceder. ¿Podemos decirles a nuestros hijos que las niñas que las molestan son fomes, aguaguadas y que no valen la pena? ¿O es demasiado y sólo tenemos que decirles que no presten atención? ¿Podemos llamar a las otras mamás y pedirles que hablen con sus hijas? Alguien me dijo que eso estaba muy mal visto. Así que mejor no.

Por momentos tengo ganas de convertirme en mosca para estar todo el día revoloteando alrededor de mi hija y evitar que la lastimen. Pero de a ratos entiendo que tiene que crecer y que lo que no la mata, la fortalece. Pero qué no daría una por evitarles sufrimientos innecesarios, ¿no?

Es curioso: aún yo, que en verdad me considero una madre deficiente en varios aspectos, me vuelvo una leona cuando se trata de defender a mis cachorras. Esas dos niñitas no saben con quién se han metido… grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Por primera vez me siento absolutamente desorientada. Obvio que no puedo andar matoneando a dos pendejas. ¿O sí?

miércoles, 20 de octubre de 2010

Mejor nana conocida que nana por conocer

La conversa que transcribo la escuché ayer en un cumpleaños, entre dos mujeres de treintaytantos:
-“Necesito nana puertas adentro, ojalá chilena del Sur. ¿Le puedes preguntar a la tuya si tiene alguien para recomendarme?”
-“Mmmm es que la mía nunca tiene a nadie. Siempre que le pregunto me dice que no conoce, igual le consulto”
-“Ya, te pasaste. Es que el tema de las nanas me tiene chata”
-“Me imagino, es que una buena nana te soluciona la vida”
-“De todas maneras”

La mujer que busca nana es abogado y trabaja en un banco. La que está feliz con la suya no sé qué estudió, pero es una auténtica mamá ‘nadadora’ (no hace nada, nada en todo el día).

¿En qué minuto las nanas se convirtieron para todas en algo más imprescindible que el papel confort? Da lo mismo. Ahora el concepto está legitimado y ninguna mujer con empleo, o sin empleo pero con un par de lucas demás, se anima a vivir sin una. Sólo mi amiga Vero aperra con los mellizos y con la casa. Ella, nadie más. Al menos nadie más que yo conozca.

Para mí el tema fue realmente heavy. Sin familia como back up, la única posibilidad que tengo de trabajar fuera de la casa y de salir a comer alguna vez con mi marido es teniendo nana puertas adentro. Varias veces he relatado en este blog mis peripecias para conseguir una persona honesta, pero Kena, la persona que está ahora con nosotros, merece su propio post.

Después de tres extranjeras que decidieron de un día al otro volver a sus países contraté a una chilena. Es separada, de Concepción y tiene 3 hijos, el menor de 8 años. Lleva en casa unos cuatro meses y es lo más parecido a un sargento retirado que he visto en mi vida. Si algún día quiere cambiar de rubro, creo que como gendarme en una cárcel de mujeres sería un siete.

Nos tiene a todos de aquí para allá. Me ordena quitarme los zapatos mientras hace el aseo y se enoja con las niñitas si no terminan toda la comida que está en el plato. Usa tres jabones Popeye por semana y limpia la tina con cloro todos los días, aunque yo le diga que con dos veces a la semana es más que suficiente.

Un día, hace algunas semanas, mi marido volvió del Lider cargado con bolsas. Tocó timbre y cuando ella le abrió la puerta y lo vio le dijo: “Y usted no tiene manos para usar la llave que me anda tocando timbre”. Él, que es un señorito inglés, en lugar de mandarla a la cresta le dijo que tenía las manos ocupadas con al menos siete bolsas cada una. Una anécdota nomás.

El punto es que, ante la desesperación, y sobre todo el pánico de quedarnos sin nadie, le venimos explicando día tras día que nos encantaría que fuese un poco menos rígida. Que el aseo no es lo más importante y que si las niñitas están felices con ella la pega está bien hecha. Es buena Kena, tiene un modo de mierda, pero es una buena mujer.

La gran contra es que nos tinca que Sol no la aguanta. Le carga su perfil tan mañoso e inflexible. Pero el gran pro es que es honesta y, como buena madre, sabe resolver urgencias. Mi mamá me dice que puedo encontrar a alguien igual de responsable pero más dulce. Yo le digo que mejor malo conocido que bueno por conocer.

Insisto: no sé en qué minuto se volvieron más importantes que el papel confort. Aunque reconozco que yo podría limpiarme el poto con cualquier cosa; pero no podría volver a quedarme sin nana.

jueves, 14 de octubre de 2010

La era del calzón

Las primerizas que no trabajan tienen ese no se qué… se lo pasan hablando de sus guaguas como si fuese lo único importante en el mundo. Creen que sólo ellas han pasado por lo que todas hemos pasado. Que sólo sus hijos tienen tanto reflujo, que sólo sus hijos duermen pésimo, que sólo sus hijos tienen intolerancia a la lactosa, que sólo sus hijos se mean justo el día que no les tienen ropa de cambio y un eterno sinfín de etcéteras. Esas minas son las que no soporto. Las que buscan panoramas para los niños porque sólo así pueden armar su carrete de la mañana y antes de que los cabros cumplan tres ya sienten que saben tanto como el pediatra. Uffffff, i-n-s-o-p-o-r-t-a-b-l-e-s.

Estoy en pleno proceso de control de esfínteres con Malena. Después de muchos intentos suaves, paulatinos y conversados, finalmente he decidido que una niñita de casi tres años que está por llegar al metro del altura ya no puede andar con pañales. Así que he optado por la vía radical y desde hace una semana le expliqué que tiene que usar calzón. Se mee o no se mee. Y, por supuesto, se mea.

Y es ahí donde me cargan los comentarios del tipo: “Ay pero si yo con la Manuela lo hice superfácil. A los dos años exactos le compré la pelela y un mes después ya le había sacado el pañal de la noche”. O: “Es que estás apurada. Mi Felipe dejó el pañal él solito a los tres años y 9 meses”. O sea: ¿nueve meses más mudando potos sucios? De ninguna manera.

Ocurre que esas dos mamás no hacen absolutamente nada de sus vidas más que hablar de Manuela y Felipe, dos cabros que jamás se alejan más de medio metro de sus faldas, en el jardín lloran si se manchan la polera con témpera y en la plaza hacen una tremenda pataleta si el niñito de al lado sin querer (o a propósito, a estos efecto da igual) los salpica con arena.

Lo que pasa es que, como yo no juzgo, me pone de pésimo humor que me juzguen. Si quieren construir sus vidas únicamente alrededor de sus hijos, háganlo. Pero no me señalen como una bestia si decido dar por finalizada la etapa de guagua. Con casi tres años es una niñita, y las niñitas van al baño. Además, en todo caso la que lava los calzones soy yo! Ni ellas, ni la maestra, ni la nana. Yo.

En esta carrera contra el pañal he probado de todo. Dibujarle caritas felices cada vez que hace pipí, comprarle regalos, jugar ene con tarros con agua y masa (alguien me dijo que psicológicamente podía ayudar) y obviamente proveerla de los mejores y más bonitos calzones disponibles en el mercado: princesas, backyardigans, corazones. Los mea todos. Literalmente, ella se caga en las princesas.

La esperanza es lo último que se pierde, pero confieso que ya estoy chata. Si alguien tiene un consejo útil será absolutamente bienvenido. Incluso si es de primerizas sabelotodo. Nunca se sabe… tal vez haya alguna que realmente tiene la papa y la quiere compartir.

martes, 28 de septiembre de 2010

Tiempo de tener tiempo

Fueron demasiados días feriados, demasiada pega, demasiados resfriados. Por una cosa u otra, no escribí. Y mi excusa fue simplemente esa: no encontré tiempo para hacerlo. Así como otras no encuentran tiempo para estudiar, o para tener hijos porque están full trabajando, o para trabajar porque están full criando, yo no encontré tiempo para sentarme en el computador y postear algo más o menos digno. Sorry.

La semana pasada fue el cumpleaños de mi abuelo. Durante días me comí la cabeza pensando cómo podía ser tan mala nieta y no acompañarlo en su celebración número 87. Pero bueno, todo no se puede. Él está en Buenos Aires, yo acá, tengo trabajo que hacer, todavía soy nueva en la empresa y no da empezar a pedir vacaciones, las niñitas tienen clases… más que perdonada. Eso pensaba hasta que mi corazón se estrujó y me ví “obligada” a comprar un pasaje. Hablé con mi editora, me inventé una nota allende la cordillera (para eliminar cualquier tipo de culpa profesional) y partí a las 7.30 hs para regresar a las 23.50, del mismo día.
¿Conclusión? La falta de tiempo es puro cuento. El tiempo está ahí, esperando que abusemos de él. Lo que nos falta es capacidad para utilizarlo de manera inteligente. Y sin culpas.

No, no estoy diciendo que todas seamos incapaces de administrar las 24 horas del día. O en realidad sí, sin ánimo de ofender a nadie. Es que las minas tenemos esa horrenda capacidad de ahogarnos en un vaso de agua. Vemos el árbol pero no vemos el bosque. Tenemos tantos problemas que nos cegamos ante las soluciones. Perdemos tanto tiempo lamentándonos por lo que no hacemos que nos olvidamos de disfrutar lo que sí hacemos o, lo que es peor, lo que podríamos hacer.

Hace muchos, muchos años, me agarró una terrible pataleta porque una amiga mía se celebraba el mismo día que mi primo. Yo, obviamente, moría por ir a la fiesta de mi amiga. Pero en casa me explicaron que una cosa es el querer y otra muy distinta es el deber. Y que más allá de que yo quisiera ir al cumpleaños de Anita, debía ir al festejo familiar. Así lo hice. Y diría que esa enseñanza podría seguir teniendo vigencia en mi vida… pero últimamente he decidido que no, que de ninguna manera. Desde hace un tiempo hago lo que quiero y quiero lo que hago. Y lo que corresponda, o lo que los demás esperen, me tiene absolutamente sin cuidado. Tal vez para muchos yo sea una loca que dejó a las cabras chicas en Chile y se arrancó a Buenos Aires. Pero para mí, y lo que es más importante, para mi abuelito, soy la mejor nieta del mundo.

Como siempre, la moneda tiene dos caras. De nosotras depende. O seguimos quejándonos de que el tiempo no alcanza, o nos cargamos el tiempo al hombro y lo dividimos a gusto y piaccere. Créanme, es mucho más entretenido... y las niñitas ni me pescaron.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Irresponsable

La falta de sueño no es buena consejera. En los últimos días me he peleado con medio mundo. Estoy intolerante, irritable, malhumorada y enojona. Más que de costumbre. Es que siento sobre mis espaldas el peso de demasiadas responsabilidades. El colegio, el pediatra, los cumpleaños, los compromisos sociales, el trabajo, la pareja, la familia que está lejos, la casa, etc, etc, etc.

Y la culpa, una vez más la culpa, me está comiendo el cerebro. Lógico, cómo no sentir culpa cuando la fantasía de tomar un avión que aterrice en el medio de la nada, sin celular ni acceso a Internet, se hace cada vez más recurrente. Ahhhhh! De sólo pensarlo se me hace agua la boca. Nada de llantos, nada de reclamos, nada de pataletas, nada de reuniones, nada de gente!!

Hoy es un buen día. Mi marido supo leer mi cara de poto y arrancó con las niñitas a algún lugar. No tengo ni idea por dónde andan. Y, entre nos, tampoco me importa. Sólo deseo que sea lo suficientemente lejos como para que demoren harto en volver.

Hoy veía la chanchita Olivia y me reía sola. Vieron ese capítulo en el que ella le dice a su mamá que va a salvar el mundo y la madre le contesta: “Ok, pero ten cuidado al cruzar la calle”, es demasiado genial. ¿Quién no mata por 24 horas en silencio? Yo sí. Y si alguna dice que no es, a mi entender, una auténtica mentirosa.

Estoy chata de este modelo inabordable de mujer esponja, capaz de absorber múltiples responsabilidades. Quiero hacer una cosa por vez. O ninguna, y que no me importe. Quiero dormir con tapones para no escuchar que las niñitas se despertaron. Quiero usar buzo para no darme cuenta si estoy más gorda. Quiero tomarme vacaciones para visitar a mis abuelos y que no me importe si suena irresponsable. ¡Eso! Yo quiero ser irresponsable. Mucho más irresponsable de lo que ya soy.

Quiero ser como la mamá de Olivia, que ni se inmuta cuando sus hijos salen a la calle y sigue concentrada en sus galletas. Quiero encontrar el botón de pausa para parar el mundo y bajarme por un rato. ¿Quién viene?

domingo, 5 de septiembre de 2010

Él viaja (y yo voy a colapsar)

Los trabajos de hoy implican viajar ene. Una lo sabe. Una sabe que cada tanto el marido va a viajar y en la casa va a quedar la escoba. Pero una aperra, y trata de que todo fluya.

Lo que una no sabe, es que a él le va a tocar viajar justo la semana con más feriados en todo el año. Y lo que una no acepta, es tener que trabajar el triple mientras él se queja de lo agotador que será el viaje… en avión, con embarque preferente y toda la huevada.

Una, vengo a ser yo. Y en honor a la verdad, me quiero matar!!!!!!

Hay un momento en la vida de la mujer en el cual es mucho más importante tener al lado a un buen padre que a un buen marido. Y yo estoy en ese momento. Eso no quiere decir que la vida de pareja haya pasado a un segundo plano. O sí, pero no creo que sea algo malo. En todo caso son etapas.

Hoy, por ejemplo, fuimos a remontar volantines. En realidad a intentarlo, porque entre que había poco viento y que no teníamos ni al menor idea de cómo hacerlo, con cueva si la cuestión se elevó más allá de la altura de los árboles. Él ayudaba a Sol y yo a Malena. Para eso tuvimos dos hijas: para que cada uno pueda ocuparse de una. Pero ahora la cuenta ya no cierra: cómo hago solita si en estos días las dos quieren hacer volar los volantines. Cómo lo hago a la hora del baño. Y de la cena. Y de la dormida. Y, por sobre todas las cosas, cómo lo hago de madrugadaaaaaaaa. Oh my god. Qué semana de mierda.

Y lo peor del cuento, es que típica que cuando vuelva de su viaje va a estar exhausto de tanta reunión... ¿por qué los tipos creen que somos tan idiotas? ¿De veras piensan que un viaje de trabajo es más cansador que quedarse en la casa con las niñitas?

No sé qué opina el resto, pero al menos yo estoy chata de escucharlos amenazar con el típico: “si quieres te cambio, sabes lo que daría por pasar más tiempo en la casa”. Digamos que soy un claro ejemplo de que eso no es cierto. Ahora que trabajo todo el día estoy definitivamente más descansada. Tengo menos tiempo para todo, eso sí es cierto, pero qué rico poder huir de las tareas domésticas y llegar cuando todo está casi listo... así que no me vengan con cuentos. Si tienen que viajar, viajen. Pero cuando vuelvan nada de quejas.
Puros regalos y harta paciencia. Porque es posible que, por unos días, una decida no hacer nada. No es por venganza... es por justicia!!

viernes, 27 de agosto de 2010

Agotada

Fueron 72 horas para el olvido. Marido enfermo, una hija más inquieta que mona en celo y otra que no para de preguntar. Y cuando una le dice que por favor pare de interrogar, pregunta por qué debe hacerlo. Pésimo cóctel para una madre que no tiene ni la menor idea de dónde se encuentra la fuente milagrosa de la paciencia inagotable.

Me tocó bañarlas, tarea que habitualmente realiza el mejor padre del universo. Y me pareció que lo mejor era meter a las dos juntas para hacer más rápido. ¡Grave error! Me pidieron por favor que las dejara usar mi bañera. Les dije que sí, y hasta eché en el agua una sales de baño con olor a chocolate y vainilla. Tres minutos más tarde, Malena decidió que era demasiado buen lugar para hacer caca. Guácatela es poco. Un asco, hediondo, atroz. Las cacé de los hombros y las mandé corriendo para el baño de ellas. Les dije “¡corran que hace frío!”. Y así lo hicieron. Obvio que se resbalaron apenas pisaron la madera. Llantos, gritos y demás. Todo, con el poto sucio. Si les cuento que la escena se repitió en la bañera de las niñitas va a sonar exagerado. Pero juro que sucedió. Por suerte justo cuando ya había terminado de enjuagarles el bálsamo. Eso sí, con aroma a vainilla y chocolate no quedaron. Las enjuagué y ya. Afuera.

El papá las baña siempre. Desde que nacieron, absolutamente todas las noches. Pero esperaron a que me tocara a mí para dejar la embarrada. Literalmente (y asquerosamente) hablando.

¿Cacharon que los maridos sólo se enferman los fines de semana? Bueno, esta no fue la excepción y me tocó aperrar todo el sábado y domingo. Al principio fue entretenido. Ahora que no paso tanto tiempo con las niñitas como que me dan ganas de jugar… al menos una horita. Pero todo el día es too much. Todavía es too much.

Menos mal que soy una madre joven. Yo no sé cómo lo hacen las que deciden parir después de los 40. ¿De dónde sacan fuerzas? ¿O será que al cumplir las cuatro décadas la energía se renueva? Ni idea, el punto es que quedé raja y el lunes amanecí con dolor de todo. Por eso, para recuperarme, esta semana pasé más horas en el trabajo.

Ahora entiendo por qué la mujer maravilla no tuvo hijos. Si una pretende salvar al mundo, no se puede correr el riesgo de tener que limpiar dos bañeras “embarradas”.

viernes, 20 de agosto de 2010

Cumplimos seis

Sol cumplió seis años. Y yo también. Todavía me acuerdo el día en que nació. Eran las 7 de la tarde y me agarró un hambre heavy. Sentía que si no me comía el mundo entero, me moría desnutrida. Entonces con mi marido partimos a comprar jamones, panes y snacks. Un verdadero atracón sobre la cama, acompañado de mi inseparable botellita de coca normal.

Tipin once empezaron las primeras contracciones y como a las 4 de la mañana partimos hacia la clínica. Nació poco menos de dos horas después. El papá acompañó a que la pesaran, la midieran y la lavaran, y luego la pusieron sobre mi pecho. Yo temblaba del susto, de la anestesia y de la emoción. Y ahí estaba ella, horriblemente hermosa. Azul, con la cabeza medio deforme, una nariz igualita a la de Mike Tyson y las uñas pinchudas.

El amor fue inmediato y absoluto. Sobretodo cuando su piel se puso rosada y los rasgos se acomodaron. Era bella. Perfecta. Mía. Y yo de ella.

Miro hacia atrás y no puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo. Lo rápido que ha aprendido a caminar, a hablar, a correr, a leer. La cagó cómo han evolucionado sus preguntas. Ahora ya no le interesa saber por qué las princesas no cumplen años. Sus dudas son mucho más existenciales:

1. ¿Por qué Dios inventó los piojos?
2. ¿Por qué los adultos cobran por ir al trabajo y los niños no cobran por ir al colegio?
3. ¿Por qué si hay zapatos de taco talla 32 ella no puede salir a la calle con zapatos de taco?
4. ¿Por qué las almas de los muertos no se ven en la calle?
5. ¿Por qué los niños no pueden freír escalopas?


Yo tengo ene recuerdos de cuando tenía su edad, y eso me significa una tremenda responsabilidad. Como que todas las cagadas que me mandé hasta ahora no se las va a acordar. Pero de ahora en adelante, tengo que ser una mamá mucho más conciente para que luego no me reproche!!

Sol está demasiado grande. Y entre sus muchas habilidades, sabe perfectamente cómo navegar en la web y cómo acceder a este blog. Se demora años en entender la letra minúscula, pero es tan obstinada como la madre y apuesto a que llegará hasta el final de este texto.

Reina mía: me llena de orgullo verte crecer feliz. No creas nada de las otras cosas que he escrito en este blog… eran puras huevadas pa’ niñitas de cinco. Te amo, mamá.

viernes, 13 de agosto de 2010

Tías solteronas… ¡reloaded!

La tía Jesica es lo máximo. No sólo porque viajó de Buenos Aires a Santiago para ver a sus sobrinas, sino porque no es la primera vez que lo hace y, sobre todo, porque tiene harta más energía que la madre de las dos niñitas… que vengo a ser yo.

Lógico, no tiene hijos que le salten encima ni le interrumpan el sueño. Ni marido que le exija aceitunas, cervezas y otras cuestiones. Ella hace con su vida lo que quiere. Cuando quiere. Y como quiere. Así, yo también sería la mejor tía del mundo.

Pobrecito mi sobrino que le toqué yo como tía… vivo en otro país, tengo la menor dosis de paciencia disponible en el mercado de las tías y más encima la poca que tengo la tengo que destinar a mis propias cabras chicas.

Convengamos que la tía solterona no es lo que era. Ya nadie siente pena por ella. Supongo que la mayoría siente envidia!! Al menos a mí me gustaría intercambiar roles más de una vez.

Tomy, mi sobrino, con cueva si sabe quién soy. En cambio Sol y Malena mueren por su tía Jesi. Sol sobre todo, que la tuvo en exclusiva para ella durante casi cuatro años. Es como una amiga grande. Una amiga que le cuenta las mejores historias, la deja cocinar sin importar qué tan sucia quede la cocina y además puede bajarle los juguetes que están en los estantes de arriba.

Me hubiese encantado tener sobrinos antes de parir mis propios “problemas”. Hubiese sido el descueve: llevarlos y traerlos del jardín, hacer pic nic en la plaza, ir al teatro en metro, comer cabritas hasta reventar… y tipin ocho de la noche dejarlos en la casa completamente excitados para que los padres se hagan cargo hasta la mañana siguiente, cuando yo volvería llena de entusiasmo a disfrutar de miles de otros panoramas que también terminarían apenas anochezca.

Pero no me pasó, y no hay mucho que pueda hacer al respecto. Para peor, si algún día mi hermana finalmente decide tener hijos, es posible que no me quede nada de la poca paciencia que aún conservo. Lo que sería bueno es que se demorara una década, entonces mis hijas serán las mejores primas mayores del mundo y cuidarán del pequeño retoño mientras yo me arranco al Caribe con mi cuñada y dejamos a los nietos ya grandes con algún pariente solidario. Hoy por ti, mañana por mí, ¿cierto?

viernes, 6 de agosto de 2010

Sueño que sueño... pero sólo es un sueño

Yo puedo soportar cualquier cosa. Cualquier cosa, menos no dormir. Siempre fui madrugadora. Me gusta mirar tele hasta tarde, pero nunca fui de levantarme tipo mediodía ni mucho menos dormir siesta. Pienso, en verdad, que las personas que duermen demasiado realmente pierden el tiempo. Para tener una buena piel los expertos recomiendan 8 horas de descanso diario, entonces tampoco hace falta ser más papista que el Papa.

Ahora, esta cuestión de tener hijas que se te levantan en la mitad de la noche porque tienen sed, porque tienen pis, porque soñaron con dragones, porque se acordaron que en la película que vieron hace tres meses en el cine había un personaje que les daba susto o simplemente porque se desvelaron por algún ruido, me tiene chata.

He probado de todo. Y cuando digo de todo, me refiero realmente a un amplio menú de soluciones: desde echar unas gotitas de aceite de lavanda en las sábanas hasta encerrarlas con llave en la pieza para que lloren hasta quedarse sin lágrimas, nada me ha funcionado. Con mi marido contamos miles de cuentos, inventamos cientos de canciones, colocamos un dimmer para que no duerman a oscuras, dejamos abiertas todas las puertas, nos demoramos en bañarlas para que queden relajadas… y así y todo, entre la 01.30 y las 05.45 A.M, alguna de las dos aparece. Y a veces aparecen las dos. Y a veces más de una vez. Las dos a la vez.

Al principio nos turnábamos, primero se levantaba uno, después el otro. Después pasamos por un período en el que los dos nos hacíamos los tontos onda: “sorry, no escuché que lloraba, no es que no quise levantarme” y ahora estamos en un momento de compañerismo en el que ambos nos levantamos, así que los dos tenemos las ojeras por el piso. La diferencia es que yo las disimulo con corrector y él no… no crean que yo no me desvelo…

En fin. Lo último que probamos fue asustarlas con el tema de los gatos. Es que hay ene gatos dando vueltas por el condominio, entonces les decimos que o se duermen en la cama calladitas, o se van a dormir afuera con los gatitos. Y como que cada tanto funciona. Pero a veces falla.

Sé que no es lo más pedagógico del mundo. Capaz sea lo menos incluso, pero la verdad es que ya no sabemos qué hacer. Supongo que en algún momento pasará, que llegará el día en el cual todos podremos dormir al menos 6 horas ininterrumpidas. Pero, hasta que eso suceda, hago un llamado a la comunidad: alguien probó algo que haya funcionado?????? Fanáticos del duérmete niño abstenerse, me carga ese libro.

viernes, 30 de julio de 2010

“Pobrecita, no tuvo hijos”... ¿Pobrecita?

Cada vez me toca conocer a más mujeres de entre 30 y 45 años que no tienen hijos. Algunas en su momento lo han intentado sin suerte, otras todavía piensan que les queda tiempo para seguir analizando la cuestión y otras, simplemente, han decidido que no, que no quieren ni querrán traer niñitos al mundo.

Bien por ellas. Bien por las que se animan a caminar con la frente en alto a pesar de que el mundo entero las juzga. Veamos: cada una es libre de hacer con su cuerpo, y más específicamente con su útero, lo que se le de la gana. ¿Por qué estamos tan acostumbrados a cuestionar a quienes no han parido y no a quienes no han estudiado? O a quienes no han trabajado…

En pleno Siglo XXI, resulta absolutamente ridículo que el se señale a mujeres inteligentes, talentosas y sexualmente activas, sólo porque eligen no embarazarse.

Bastante rollo deben tener con explicar el tema en sus familias como para tener que hacerlo en grupos de amigas, y hasta en el trabajo…

Mi amiga Pilar se casó al mismo tiempo que yo, hace casi diez años. Desde entonces se lo pasa viajando, le va increíble en la pega, tiene la guata más chata que he visto en mi vida y obviamente no necesita push up. No tiene hijos y el tema no le quita para nada el sueño.

Creo que si alguien hiciera una encuesta sobre las verdaderas razones que llevan a la mujer a buscar un embarazo nos sorprenderíamos de la cantidad de minas que han “cedido” únicamente por un tema de presión social.

Recién leía en una página no demasiado seria de la web que a partir de los 30 años la fertilidad de la mujer se reduce un 90%. Suena bastante exagerado, pero seguro muchas toman la estadística muy en cuenta.... En lo personal, creo que son números ficticios creados por algún fabricante de pañales que ve en estas mujeres una auténtica amenaza para su negocio.

En fin, todo mi apoyo a este grupo de mujeres. Sí es cierto que la maternidad es algo hermoso que nadie debería perderse... pero también es cierto que en las historias de Peter Pan, siempre Campanita la pasa mucho mejor que Wendy!!

jueves, 22 de julio de 2010

Abuelas 2.0

Mucho se ha dicho sobre las nuevas generaciones de abuelas. Que ya no tienen tiempo para ocuparse de los nietos, que no les corresponde, que están ocupadas, que trabajan y luego están cansadas, o que no trabajan pero tampoco tienen ganas de sentarse a jugar todo el rato...

Mi mamá vino a Santiago por diez días, y lo único que hizo fue aperrar con mis niñas, las 24 horas del día. Mientras, yo pasé unas increíbles vacaciones de invierno encerrada en el nuevo trabajo, conversando con personas interesantes, y sin enterarme de lo que hacían las cabras chicas. ¡De lujo!

Lo que quiero decir es que esta cuestión de las abuelas 2.0 es pura hueveda. Hay abuelas como las de antes. Mi mamá es una de ellas. Terminó con la espalda doblada, las manos acalambradas, las uñas de los pies pintadas de diferentes colores (cada nieta se adjudicó un pie) y sin un peso, porque todo lo que trajo lo gastó en taxis, plasticina y entradas al cine.

Mamita: he aquí este humilde homenaje. Gracias por venir a ayudarme, y por enseñarme que aunque mis hijas algún día piensen que no las entiendo, y hasta que soy la peor del mundo, siempre habrá tiempo para la revancha. Y ese tiempo es con los nietos.

Creo que la clave está en saber pedir ayuda y, sobre todo, en dejarse ayudar. Nada de pedirles que vengan y dejarles un listado con lo que deben y no deben hacer. Ellas nos criaron. Mal o bien, nos hicieron como somos. ¿Cómo no van a poder arreglárselas con nuestros hijos? Vía libre a los dulces, a las bebidas, a acostarse tarde y a no bañarse todo los días. Si sus mamás se prestan, hagan la prueba. Así sí que da gusto estar de vacaciones...

jueves, 15 de julio de 2010

Mi amiga tuvo guagua

La semana pasada nació la Sofía y, como corresponde, pasé a saludar a mi amiga parturienta por la Clínica. Entré a la habitación y la guagua dormía plácidamente sobre la emocionada abuelita. Entonces la señora me mira y me dice: “Quieres cargarla”. No recuerdo haber contestado. No dije sí y tampoco dije no. Pero la cuestión es que cuando me quise dar cuenta, Sofía ya estaba en mi falda.

Se produce una cosa mágica cuando las madres entramos en contacto con un bebé tan pequeño. Al menos se produce en mí. Ese olorcito, esa piel arrugadita, esos diminutos piecitos, los ojos cerrados... En ese minuto, si me preguntaban, me animaba a buscar el tercero. Sólo en ese minuto, porque al segundo 61 ya estaba en mi sano juicio.

Más allá de la lata que me daría tener que empezar otra vez con los trastornos del sueño, la papa, los cólicos y el reflujo, no puedo dejar de pensar en el momento del parto...

Parir a Malena fue casi un chiste. Mi doctora me dijo “puje”, yo pujé, la guagua asomó la cabeza y a mí me agarró tal ataque de risa que la cabra se me atoró ahí abajo. Es que la carcajada contrajo los músculos y la cabecita quedó ahí, mitad dentro mitad fuera, hasta que pude terminar de reírme y seguir pujando. El de Sol fue bíblico... esa cuestión de “parirás con dolor”, sí que la cumplí al pie de la letra.

La guagua venía tamaño XL. Pesó 4.109 kg y fue vaginal. De solo recordarlo me duele. Me dijeron que puje y yo pujé. Pero era tan enorme que no pasaba. Más que sacar una sandía por un agujero del tamaño de una naranja, esto era sacar un cajón de sandías. Dos cajones. Una caravana de camiones cargados con cajones de sandía saliendo de una naranjita. Atrozzzzz.

La episiotomía fue enorme, y el postparto realmente horroroso. Me daba miedo ir al baño, toser, reírme. Es que todo me dolía. Dar papa me costó un montón (pero o logré) y recuperar mi peso ha sido hasta la fecha una misión imposible.

Y así y todo, cuando nació Sofía yo, como cualquier otra mamá en el mundo, quise volver a pasar por todo esto. Es que así somos las minas. Nos acordamos de lo que nos conviene cuando nos conviene. Y nos olvidamos de lo que nos conviene cuando nos conviene. ¡Sólo así se entiende cómo el mundo no está lleno de hijos únicos!

Esta tarde, mientras terminábamos la edición de la revista del domingo, comentaba con dos compañeras acerca del fin de semana largo. Dos nos quejábamos y una estaba feliz de tener tres días libres, y sin ayuda en la casa. Adivinen cuántas tenemos hijos y quién no...

Un amor Sofía. Un amor, ¡sobre todo porque es de una amiga y no es mía!

jueves, 8 de julio de 2010

Las distintas dueñas de casa

Mi amiga está indignada. Cree que este blog es simplemente un espacio para criticar y humillar a las dueñas de casa. Así que, para que deje de alegar, dedicaré las próximas líneas a reivindicar la labor de quienes deciden que en determinado momento, y por determinada razón, está buenísimo quedarse en la casa.

Para empezar, diré una vez más que no sólo las respeto sino que las admiro. No sé cómo hacen para pasar tantas horas con los niños y terminar el día con ganas de ir a tomar un copete. No sé cómo lo hacen para encontrar temas interesantes de conversación que no sean las nanas, los cabros chicos o las vacaciones de invierno. Yo pasé todo mi período de mamá full time sintiéndome bastante hueca... admiro que no les pase igual.

De todas maneras no existe un único modelo de dueña de casa. Alguna vez hablamos de las mujeres queni (queni trabajan, queni se ocupan de los niños). Hoy hablaremos de las mujeres curso, de las mujeres pyme y, finalmente, de las mujeres nadadoras.

Las minas curso son las que más allá de la elección de quedarse en la casa no pueden manejar el tiempo libre. O mejor dicho, saben transformar el tiempo libre en tiempo productivo. Van a cuanto curso las invitan. Da lo mismo si es para decoupage, para tejer escarpines, para escuchar a un violinista sueco o para aprender a preparar comida árabe. Todo lo que sea aprender y rodearse de gente las motiva. Me saco el sombrero por las mujeres curso.

Las chicas pyme son las que asumen las mil y una responsabilidades domésticas y administran las cuestiones familiares como si se tratara de una empresa. Estas mujeres cargan a los niños en el auto, van de aquí para allá, los acompañan a la terapeuta, los alientan en la clase de fútbol, les secan el pelo cuando salen de natación y recién después se sientan a hacer la tarea, para lo cual disponen de una innumerable cantidad de papeles metalizados, pompones de colores, lápices de doble punta y hojas de 90 gramos que llegarán al colegio sin una sola arruga. Si contrataran a alguien para hacer lo que ellas hacen, tendrían que pagar fortunas. Me saco el sombrero por mi amiga y por las demás chicas pyme.

Las nadadoras son las que se pasan todo el día haciendo naaaaaaaaaaada. Su condición es independiente de la cantidad de hijos que tengan. Nada por aquí, nada por allá. Se producen para ir al colegio porque saben que sólo allí verán a otros adultos en lo que resta del día. Y juraría que en el 90% de los casos tienen el pelo alisado con keratina y se han hecho la depilación definitiva. Me saco el sombrero por los maridos que aguantan mujeres nadadoras. ¡A mí me caen pésimo!

En realidad no sé si esto ha sido una reivindicación... pero juro que lo intenté. Lo importante no es qué hacemos durante el día, sino cómo nos sentimos con lo que hemos hecho. Da lo mismo lo que opine el resto, total siempre habrá espacio para la crítica. De un lado dirán que son todas huecas por no hacer nada, y del otro lado dirán que son huecas y además insensibles por querer hacerlo todo. Ladran Sancho, señal que cabalgamos...

miércoles, 30 de junio de 2010

Reivindicación de la culpa

¿Quién siente más culpa, la mujer que va a trabajar y deja a los hijos al cuidado de la nana o en el jardín maternal, o la que se queda en la casa y posterga su profesión priorizando la familia? ¿O a caso la más culposa es aquella que aún no ha parido y ve girar las agujas del reloj biológico? Yo diría que es un perfecto empate entre todas.

La culpa no es algo propio de la mujer que trabaja. Tampoco de la que elige quedarse con los niños (y, en muchos casos, ve pasar su vida por la ventana de la cocina). La culpa es algo innato en el género femenino. Y va más allá de la maternidad, por supuesto. Si hay culpa, hay estrógenos. Si hay estrógenos, hay culpa.

Analicemos algunos ejemplos:

1- Tus amigas te proponen un panorama y no vas porque piensas que los niños te vieron poco hoy día... Luego ellos se duermen, son las 10 de la noche y mientras tus amigas se ponen al día con un pisco en la mano derecha y un cigarro en la izquierda, tú te metes en la cama a maldecir el minuto en el que decidiste quedarte.

2- Vas a un restorán, pides una ensalada y cuando llegas a la casa lamentas no haber probado la sugerencia del chef. O al revés, pides la sugerencia del chef y cuando llegas a la casa y te miras la guata te arrepientes de no haber pedido la ensalada.

3- Te toca ir por segunda vez al supermercado en la misma semana. La cajera te pregunta si quieres donar un desayuno y le dices que no. Entonces te mira fijo como diciendo “oye tú, llevas un vino de tres lucas y no vas a dar 200 pesos!!!” y te hace sentir una persona horrible, a pesar de todos los desayunos que ya has donado y la infinidad de campañas en las que has colaborado.

¡Sentimos culpa por todo!

Recién estaba tirada en el sillón con Sol y Malena maquillándome toda la cara (y la polera, y el pantalón, ¡y el sillón!). Hace rato que no nos divertíamos tanto. Entonces las abracé lo más fuerte que pude y, por un segundo, sentí que me había equivocado al buscar pega. Que en realidad yo sí era capaz de ser feliz con ellas las 24 horas del día...

Por suerte a mí los pensamientos golosos me duran lo que un fósforo, entonces no llego a angustiarme. De hecho después pensé que en realidad mi alegría se debía a que a partir de mañana las veré mucho menos.

Es que la culpa va de la mano de la autoestima. Y la autoestima, a su vez, va de la mano de la calidad. Esa es la verdadera ecuación que deriva en el éxito de cualquier mujer: autoestima+calidad= menos culpa. Piénsenlo un segundo y verán que hace sentido. Poder desarrollarnos nos eleva la autoestima, y entender que la calidad del tiempo que compartimos con nuestros afectos es definitivamente más importante que la cantidad de minutos que pasamos con ellos nos ayuda a mitigar la culpa por la ausencia. Y digo mitigar porque de verdad creo que es imposible deshacernos de ella.

Una mujer sin culpa es como un hombre sensible: está de moda el concepto, pero en realidad no existe!

jueves, 24 de junio de 2010

Juezas de hijos ajenos

El otro día, a la salida del colegio, venía con mis dos niñas de la mano. En eso se acerca una coapoderada, muy simpática, y me pregunta: “Y, cómo se ha portado la guagua hoy día”. Bien, le respondí.

En realidad, me dieron ganas de mandarla a la punta del cerro y desde arriba gritarle: “Y a ti qué diablos te importa cómo se portó MI guagua”. O sea, qué tiene que andar preguntando ella cómo se portaron mis hijas. Por qué no se ocupa de saber cómo se comportaron los suyos en lugar de andar mirando a las mías...

He descubierto una nueva tribu de madres: las juezas de hijos ajenos. Mujeres, por lo general sin nada que hacer de sus vidas, que no tienen nada más interesante que andar observando –y opinando- sobre cabros que lo único que tienen que ver con ellas es... ¡nada!

Las peladoras profesionales existen en todos los ámbitos. Pero la diferencia entre la peladora de la oficina y la peladora del colegio es que la primera es un mal necesario. La segunda, no. De eso conversaba la otra semana con una psicóloga. Por suerte, me dijo que en la mayoría de los establecimientos educativos tienen identificados a estos personajes y, cuando alegan, directamente ni las pescan.

El tema es que aunque no las pesquen, molestan. Estorban, ensucian, y hieren. Ojo, una cosa es una amiga que te pregunta por los niños, otra muy distinta es una jueza de hijos ajenos. Para identificarla, sólo hay que ser buena observadora: por lo general, llega antes de la hora de salida de los niños. Así se asegura un buen lugar cerca de la puerta desde donde monitorear todo lo que sucede. Tiene la sonrisa dibujada con lápiz delineador. Definitivamente no trabaja (si lo hiciera no tendría tiempo para opinar tantas huevadas) y siempre encuentra una excusa válida para quedarse conversando con las maestras tres minutos después de hora.

Me cargan, realmente me cargan. Sobre todo porque tengo la suerte de tener hijas inquietas y extrovertidas, el platillo favorito de estas juezas del absurdo. La semana pasada, apenas pasamos la puerta del Jardín, la Malena me pidió un dulce. Como le dije que no tenía me miró y me dijo: “Mala mamá, ¡dame un dulce, carajo!”. Y la verdad es que me causó gracia el comentario. Obviamente no era para ganar un concurso de modales, pero ver salir esas palabras de una boquita tan chiquita y regordeta me dio ternura. Claro que la reté y le expliqué que no eran palabras bonitas... pero en verdad, lo que más me preocupó en ese minuto no fue lo que dijo, sino asegurarme de que nadie la hubiese escuchado!

No es una mala técnica. Ya que no podemos erradicarlas, al menos asegurémonos de no darles de qué hablar. O ensayemos respuestas del estilo: “¿qué cómo se han portado mis niñas? Excelente, tú sabes, cómo siempre, si hasta me han citado únicamente para felicitarme en persona por sus buenas conductas... ¿A ti no te han citado para felicitarte? Hay, pero qué pena... ya, seguro cuando se destaquen te lo harán saber”.

¡Y que revienten!!!!

miércoles, 16 de junio de 2010

La oruga que roncaba en el bus del mundial... o algo parecido

Tenía tres temas interesantes para escribir:

  1. Todos los hombres roncan. Todos, sin excepción. El otro día agarré el celular de una amiga, por error toqué un botón equivocado y me apareció un video de su marido roncando como foca en celo.
  2. La Sol me tiene chata. Desde que empezaron las clases me pide por favor que quiere volverse en bus y ahora, que ya llené el formulario y me saqué la responsabilidad de tener que salir corriendo de la pega para llegar a tiempo, llora y me pide por favor que siempre vaya a buscarla porque me ama y no puede vivir sin mí a la salida del jardín... Filo. Un ratito me parte el alma, pero no pienso recapacitar. En mi época todos volvíamos en bus y nadie alegaba.
  3. Qué lata vivir el mundial en un país que no es el tuyo. Feliz de que les vaya bien a los amigos, pero esto de que no pasen el partido de Argentina por TVN no lo puedo entender. Así como tampoco entiendo tanto festejo por haber ganado un partido contra Honduras. Con todo respeto... ¡Honduras! Ya, hagan lo que quieran. En realidad, lo mejor que tiene el mundial independientemente del país en el que nos toque mirarlo, es que es un excelente momento para conseguir negociaciones extremadamente beneficiosas: ellos quieren el control remoto, ¡nosotras el control de todo lo demás!

Tal vez en algún momento retome alguno de estos temas. Sin embargo, estoy tan pero tan pero tan enojada con los señores fabricantes de pañales que, por primera vez, usaré mi espacio para quejarme abiertamente de la mala calidad de los dos grandes de la industria. Partí usando para Malena los Pampers morados con la famosa orugaflex, la versión mejorada de los que había usado siempre con la Sol. Pero después del cuarto pañal fallado (léase una orugaflex en lugar de dos orugasflexes), me cansé de reclamar y quedarme contenta por el pañal de reemplazo que amablemente me mandaban a casa. Y cambié a Huggies.

Empecé por los rojos porque entendí que eran algo así como el alterego de la orugaflex, pero como que no le quedaban muy cómodos. Así que probé los verdes que, encima, son más baratos. Al principio todo estuvo bien, pero ahora no sé qué pasa. No sé si es que la Male hace más pipí o es que bajaron la calidad de los materiales, pero la cuestión es que siempre se levanta mojada. Me la devuelven del jardín recién mudada (o eso dicen...) y llega a la casa mojada, y al menos en un pañal de cada maxipack hay uno que viene con alguna de las tiras malas.

Ya que todos mis intentos para que la Male logre controlar esfínteres han fracasado sistemáticamente desde el verano hasta ahora, hago público un llamado a la solidaridad de los señores fabricantes de pañales caros y defectuosos: ¿podrían por favor verificar qué está pasando en sus respectivos departamentos de control de calidad? Tal vez, y sólo tal vez, al encargado de identificar los artículos fallados se le metió una orugaflex en el cerebro y eso está dificultando su capacidad de trabajo. O tal vez el osito Pooh y sus amigos aparecieron curados y le convidaron unos copetes al caballero que tiene que mirar que todas las tiras estén bien pegadas... ya no sé ni qué pensar.

Da lo mismo. Por mientras, he decidido ir de excursión al supermercado a ver cuáles son las alternativas. ¿Alguna recomendación?



jueves, 10 de junio de 2010

Mamá part time

Y finalmente se acabó mi período de abstinencia. Después de exactamente 22 meses de ser una mamá full time, llegó el momento de volver a generar algo más que sonrisas: ¡dinero!
Suena espantoso, pero es absolutamente real. Han sido meses maravillosos. Me he quejado pero me he divertido harto. Aprendí a jugar, a contar cuentos, a que no me de asco andar todo el día con la polera manchada y olor a colado. Me hice cargo del menú familiar, resolví peleas entre hermanas y me arruiné la espalda de tanto hacer upa. Muy bonito, muy suficiente.

Las niñas han crecido y yo decidí desempolvar mi autoestima, que hace rato llevo guardada en el bolsillo. Actualicé mi currículum, mandé un par de correos y más rápido de lo que imaginaba me llegó una oferta. Claro que en ese minuto muté hasta convertirme en la imagen más exacta de la auténtica gata flora. Que sí que no, que no que sí. Que si las niñitas se van a adaptar a no verme tanto, que si yo me voy a adaptar a la idea de que se queden solas con la nana, sin abuelas ni tías que las visiten... Y sí, claro que sí. Será difícil al comienzo, pero el miedo no puede ganarle a la necesidad de acabar con el celibato intelectual. Me encanta ser mamá, pero mucho más me encanta ser una mamá periodista.

Cuando se lo dije a Sol se puso feliz. A ella lo único que le importa es que se va a volver en bus, y eso es mucho más choro que volverse conmigo (veremos cuánto le dura...). Y cuando se lo dije a Male... bueh! Le pregunté si había entendido y me dijo: “Sí. A mí me gustan los cuentos”. No me cachó ni ahí. De hecho creo que tiene problemas con la comprensión de consignas... en el jardín tuvo que dibujar a su familia y nos dibujó a nosotros cuatro y al Alan, un amigo de Sol al que evidentemente quiere mucho.

La lata es que tuve el peor timming del mundo. Sólo a mí se me ocurre empezar una pega justo antes de las vacaciones de invierno, con nana nueva (y ni siquiera wow) y más encima en pleno mundial. Pero bueno, no puede ser tan grave. Las niñitas harán panorama con las amigas y yo seguiré los partidos por Internet y gritaré en silencio los goles de Argentina.

A veces, por presión social, por mandatos familiares o por quién sabe qué motivos, intentamos torcer nuestras auténticas voluntades. Deseamos una carrera profesional pero la relegamos porque el mundo espera que los niños crezcan junto a una mamá que todo lo puede, que siempre está. Y permítanme contarles que si algo he aprendido en estos 22 meses de abstinencia laboral es que todo eso es mentira. Yo estuve disponible las 24 horas del día los siete días de la semana y estuvo lejos de ser mi período de gloria. La Sol ya ni me pesca y Malena seguramente sería muchos menos inquieta si alguien le hubiese puesto más límites de los que yo supe ponerle.

Sé que muchas no entienden cómo ante la posibilidad de pasar todo el día tomando café y copuchando (tengo un interesante staff estable de amigas sin nada que hacer) a mí se me ocurre volver al trabajo. Y bueno, está bien, es lógico que no entiendan. A veces ni yo me entiendo. Pero soy así, patuda, porfiada, enamorada de mi profesión y de la posibilidad de comprarme todas las botas que quiera sin pensar si realmente las he ganado con el sudor de mi frente.

En honor a la verdad estoy bastante más nerviosa que otras veces. Esto de no tener ningún tipo de back up familiar no es lo ideal... pero para eso he sido tan simpática el último año y medio!!!!!! Es hora de ver que la red de amigos funcione y que las mamás que tantas veces me pidieron que les lleve y les traiga a sus hijos ahora lleven y traigan a las mías.

¿Si voy a abandonar el blog? ¡Ni cagando! De hecho pueden seguirlo en facebook (el grupo se llama somosmalasmadres.blogspot.com). Posiblemente más temprano que tarde empiece a escribir sobre cuánto extraño ser una mamá de tiempo completo... Cuando eso pase, POR FAVOR, acuérdenme que yo solita me metí en este baile. Ahora, ¡a bailar!

jueves, 3 de junio de 2010

Malula la Malena

Mi hija Malena ha cambiado mucho en los últimos meses. Está más grande, conversa todo el rato, puede jugar solita por algunos minutos. Pero algo no se ha modificado: se sigue portando como el hoyo. Y a mí, un poquitito, me sigue divirtiendo su manera de transgredir.

Es la niñita más bella y simpática del mundo. Pero detrás de esa carita pálida de ojos azules aún se esconde un espíritu rebelde, malulo, inquieto... bien parecida a su mamá.

Estoy segura de que si todavía viviésemos en Argentina, la Male pasaría absolutamente inadvertida entre las mujeres de su curso. Allí, los jardines maternales esperan que los alumnos exploren, están acostumbrados a que se peguen, se empujen, se tiren arena. O sea, estamos hablando de niños de dos años, no de inadaptados de cinco. Me acuerdo que la Sol su primer año de maternal tenía una amiga que mordía todo el rato. Entre las mamás le decíamos “Hannibal”. Obviamente con el correr de los meses Hannibal creció y se transformó en Emma, una de las íntimas amigas de la Sol.

La cuestión es que aquí mi pobre princesita está en el ojo de la tormenta. Su libreta de comunicaciones está llena de caritas tristes (es el antipremio que recibe cuando se porta mal) y lo que antes me parecía simpático empezó a hincharme las pelotas. Menos mal que le han tocado maestras amorosas, jóvenes y con harta paciencia. Sino, capaz hasta la habrían expulsado por robarle la colación a la niñita de al lado...

Tengo una amiga muy cercana que la pasa todavía peor. De guagua, su hijo le sacaba la cresta a todos. Las parvularias la volvían loca: que consultara con psicólogos, que lo medicara para la hiperactividad, que lo llevara a los deportes a descargar energía. Hoy el niño tiene 8 años y promedio 6,9. Pero la etiqueta de malulo no se la quita nadie. El otro día, en el supermercado, mi amiga se encontró con una coapoderada que le dijo: “Y, ¿cómo ha estado el Juanito?, mi Carolita dice que se porta muy bien en clase”. ¡A verrrrrrrrrrrr! ¿Quién es la hija de esa señora para juzgar al hijo de mi amiga? Algo anda muy mal. Muy mal.

¿Quién puede decir que una familia no hace todo lo que está a su alcance para que los cabros chicos salgan derechos? ¿Qué mente retorcida podría pensar, por ejemplo, que nosotros no nos enojamos con Male cuando hace líos en la casa? (Se me está ocurriendo una, una mente retorcida, pelo largo, insoportable... no, mejor me cayo). Tendrían que verla... la pobre pasa tanto tiempo pensando en su pieza que ahora cuando juega con sus muñecas, y alguna se le cae al piso, se enoja y la manda a pensar al cajón!

Insisto: son niños. Hacen cosas de niños. Algunos son más tranquilos, otros más inquietos. Algunos botan la comida al piso, otros muerden al amigo que no les quiere prestar un auto. Otros hacen las dos cosas... pero tampoco es para tanto.

Igual creo que, en un punto, es todo pura cueva. Si te toca un curso con docentes y mamás piolas, que saben que ningún niñito llega a básica mordiendo por un autito, la cosa fluye. Pero si te toca un curso de maestras dinosaurios y puras madres primerizas, de esas que se horrorizan si su guagua llega con la polera manchada porque el amiguito lo empujó en el patio, y más encima pretenden que una llame para pedir disculpas, la cosa se complica...

El otro día me dijeron que Male había rasguñado a una niñita bien chica y casi me muero. Eso es distinto. Pero, entre nosotras, si en su curso, donde hay niños que le llevan casi un año calendario, peleó por un juguete y para ganarlo usó su “temido” grito de tigre, no me preocupa.

Todos crecen. Algún día, espero que muy pronto, mi angelito será una niñita dulce, femenina y bien educada que pedirá las cosas por favor. Algún día...

miércoles, 26 de mayo de 2010

Felizmente casada, ¿y tú?

Cuando mi amiga Ana cumplió treinta me dijo: “El año que viene voy a tener un hijo”. Pensé que me estaba hueveando. Ni siquiera tenía pololo, y no es de esas mujeres a las que uno se imagina consultado un banco de esperma...

Pero para mi sorpresa, cumplió. Cuando celebró sus treinta y uno estaba embarazada y hasta casada (con un ex compañero de básica con el que se reencontró en un cine, por pura casualidad). Y antes de llegar a los 33 ya había empezado a tramitar su divorcio. O sea, Flash, al lado de Ana, un poroto. Ella sí que es rápida para sus cuestiones.

Yo estoy en otra. Llevo quince años junto a mi marido (sin comentarios, por favor). A pesar de lo que muchos creen, casarse joven tiene más de un beneficio. ¡Y el mayor de todos es que todavía seremos jóvenes cuando nuestras hijas se vayan de la casa!

Seguramente más de una vez quisimos mandarnos mutuamente a la punta del cerro, pero por algún motivo no lo hicimos, y aquí estamos. Más grandes, más viejos, más amigos, juntos. Dormir durante tanto tiempo con la misma persona es un auténtico sacerdocio. Es necesario, entre otras cosas, aprender a respetar las transformaciones de la pasión: el fuego del comienzo, la meseta post embarazos... ¿Mi mejor consejo? Cualquier reclamo, aún los de índole sexual, se soluciona comprando un Ipad. Las prioridades (de él) se reacomodan y una puede volver a dormir tranquila. Si pueden, cómprenle un Ipad. Sino, cualquier cosa digital que tenga botones. ¡Trust me!

Nadie dijo que casarse es algo fácil. Hay que aprender a vivir de a dos, a pensar de a dos, a negociar, a ceder (bastante más de lo que me hubiera gustado), a resignar, a construir, a confiar... y también a hacerse la distraída. Porque de eso se trata el amor. Al menos así me lo dijo una vez mi abuelo, que lleva 61 años con mi abuela: “El matrimonio funciona cuando le haces creer al otro que en realidad estás haciendo lo que el otro quiere”. Hombre sabio él.

La cuestión es que luego de mirar a mi alrededor descubrí que cada vez somos menos las que jugamos en el equipo de las casadas. Los divorcios están a la orden del día y la infidelidad también. ¡Los sorprendí! Jajajaja. Resulta que la mala madre es una esposa anticuada que sueña con envejecer al lado de su hombre... Sí, resulta que sí.

Y es aquí donde quiero detenerme. ¿Qué pasa con las parejas de mi generación?

Carola, Ferni, María, la otra María, Denise, Valeria, Tere... mis amigas divorciadas se reproducen a un ritmo vertiginoso. Las infieles también, aunque por razones obvias omitiremos todo detalle al respecto. Ana dice que yo me lo paso generalizando. Que el Juanda venía de la pega cada vez más tarde y así ninguna pareja monógama es sostenible en el tiempo. Veamos: mi esposo también viene tarde. El de Andy muchas veces llega cuando los niños duermen, el de la Pati tiene ene cenas de trabajo y el de la Lucy viaja fuera de Chile al menos una vez al mes. ¡Y nosotras seguimos casadas!

Creo haber encontrado la punta del ovillo: tolerancia, el quid de la cuestión es la tolerancia.
En la era del “lo quiero todo y lo quiero ya” el matrimonio se ha convertido en algo sin valor. Y la fidelidad también. Es que como se trata de algo que debemos cultivar para ver crecer, no sirve. No hay tiempo. Entonces ¡pum!, le pongo los cuernos, me divorcio y doy vuelta la página. Así es demasiado fácil chiquillas.

Traslademos el mecanismo a los hijos: “están enfermos, qué lata, me cargan, los tiro”. ¡No way! La dinámica es: “están enfermos, qué lata, los cuido, los curo, y sigo adelante”.

Más de una vez he pensado en todos los carretes que me he perdido, en todas las noches de sexo ardiente con desconocidos que tanto divierten a mis amigas divorciadas y yo no he probado, en lo lindo que sería dormir en silencio y sin la luz verde de la blackberry encendida encandilando mis ojos. Pero hasta el momento no he caído en la tentación.

Será un concepto antiguo, pacato y estructurado, pero es el que elijo. Hemos aprendido a respetar nuestras diferencias (que son muchas), a enojarnos sin herirnos y a seducirnos a pesar de su pelada y mi flaccidez. Si eso no es amor, entonces no conozco su significado.

Es cierto que es mejor estar solo que mal acompañado, pero también es cierto que deberíamos agotar instancias antes de dar el último portazo. Sobre todo porque a cierta edad, y con hijos, da muuuuuuucha lata empezar a producirse tanto para conseguir otro mino...

miércoles, 19 de mayo de 2010

Todas quieren pechugas

No importa cuánto aumente la bencina, ni que vaya a pasar con la Iglesia y los abusos. Del terremoto ya poco se habla y para el Mundial todavía faltan algunas semanas. El único tema de conversación que realmente importa, y del cual todas opinan, es sobre las pechugas. Todas, o casi todas, tienen rollo con sus tetas. Que muy chicas, que muy grandes, que muy caídas, que muy “tristes”, que una más grande que la otra. He escuchado a una sola amiga estar contenta con su planicie: la Cata. ¡Pobre Catita lo que le pasó!...

Luego de que a una amiga de su generación le diagnosticaran un cáncer de mama, la Cata entró en pánico y pidió hora para una mamografía y para una ecografía mamaria. Fue sola, como es habitual. Entró a la consulta y la doctora le pidió que se desvistiera. Al verla, con una sonrisa cómplice, le preguntó: “Vienes porque te vas a poner implantes, ¿verdad?”. “No, vengo porque tengo 38 años y nunca antes lo he hecho”, respondió. “Ya, pero tú sabes que los implantes hoy día no tienen riesgo, son dos cortecitos y te vas a la casa”, retrucó la especialista. Mi amiga quedó muda, masticando furia.

Se vistió, tomó sus cosas y partió hacia el consultorio del fondo para la ecografía. El médico, un señor de cuarentitantos, le pidió que se quitara la polera y pusiera los brazos detrás de la nuca. Ahí la Cata vio, por primera vez, que sus huesos tenían más volumen que sus pechugas. ¡Filo!, ella es súper flaca, no le hacen falta tetotas. Pero el Doctor no pensó lo mismo...: “Vienes porque vas a colocarte implantes. ¿verdad?”.

Cinco minutos después mi amiga estaba, indignada, caminando como un zombi por el estacionamiento de la clínica. O sea, la tipa de la mamografía y el ecografista eran personas diferentes, que nunca antes la habían visto, que ven miles de pechugas a lo largo del día, y ambos confundieron su turno preventivo con uno preoperatorio.

Y así fue como la Cata, la única plana contenta que conozco, comenzó a analizar la posibilidad de operarse.

Justo el otro día dieron un capítulo de los Simpsons en el que Marge va a hacerse una liposucción y, por error, le ponen tetas. Cuando se ve pechugona le grita al médico: “Y ya verá doctor, voy a venir con mi marido para demandarlo”. El médico se ríe y le dice: “Sí Marge, su marido seguuuuuro va a querer demandarme...”. Y dicho y hecho, Homero feliz con las nuevas “nenas” de su mujer.

Yo soy de esas que añora la turgencia de los veinte años, esas pechugas de revista que desaparecieron después de dos lactancias de un año cada una. Me operaría feliz, pero le tengo pánico al quirófano. La Claudia va un paso más adelante. Se cansó de tirar con sostén y ya pidió hora con dos cirujanos. La Nati ya se puso, la Poli se sacó y la mayoría de mis amigas argentinas se ha operado.

No sé en qué terminará el cuento de la Cata, sólo sé que ya no conozco a nadie que no tenga al menos la más mínima fantasía de modificar su delantera.

Y yo no termino de tomar partido... por momentos me parece lógico que todas quieran pechugas decentes. Por momentos me parece atroz. ¡O ya sé!: que se operen todas, así nosotras pasamos a ser la minoría sexy de la generación. ¿O no? No, me parece que no. ¡Quiero tetaaaaaaaas!

miércoles, 12 de mayo de 2010

El jardín de al lado

Mi amiga Andy busca trabajo. Es ingeniero comercial, vivió y trabajó en Nueva York, tiene dos hijos que van al colegio y no piensa buscar el tercero, tiene buena presencia, buena dicción, excelente manejo de las relaciones interpersonales y total dominio del idioma inglés. Si alguien quiere contactarla me avisa.

Bueno, en realidad mi amiga Andy no busca pega. ¡Busca recuperar su vida!

Es fija: el jardín de al lado siempre se ve más verde. Las crespas pagan por el alisado con keratina, las de pelo lacio pagan por tener un poco más de volumen. Las planas quieren pechugas, las pechugonas quieren ser planas. Las recién casadas sueñan con hijos, las madres sueñan con estar recién casadas. Las que en este minuto no trabajamos full queremos un empleo tiempo completo y las que sí trabajan full sueñan con manejar sus horarios. Chiquillas, ¡bullshit! Quédense en sus jardines, la Andy y yo sabemos por qué se los decimos...

Renunciar al trabajo en pos de una maternidad más plena suele ser una de las decisiones más complejas en la vida de nosotras. De partida, para poder elegir es necesario tener esa posibilidad. Siempre se puede vivir con menos, pero no se puede vivir del aire. O sea que, quienes tenemos la maravillosa suerte de poder elegir, tenemos también una tremenda responsabilidad: la de hacernos cargo de nuestra elección. ¡Lo escribo para autoconvencerme!

Difícilmente alguna no haya al menos soñado con la posibilidad de dar un portazo en la cara del jefe para ir a abrazar a los niños. Por lo general así empieza, como un anhelo. Nos imaginamos a los cabros con la abuelita, la nana, la parvularia o la vecina, y se nos estruja el alma. Entonces pensamos que no hay lucas que puedan compensar el estar ahí y ¡pum!, cruzamos de vereda.

Pues bien, resulta que del otro lado también existen los yuyos. Y para muchas (entre quienes me incluyo) el mito del tiempo libre es nada más que eso, un mito. Los niños se van al colegio y una se ve obligada a inventarse tareas: he llegado a ir dos veces al supermercado en el mismo día. Y eso que no compro ni fruta ni verdura.

Para peor, a medida que los niños van creciendo van prescindiendo cada vez más de nuestros servicios: ir en bus es lo máximo, ir con mamá es fome. Comer en el comedor es de grandes. Que te pase a buscar la mami es de guagua. Llegar al cumpleaños en el auto de un amigo es top. Llegar en el auto de la mamá, aburrido. Invitar a la mamá al día de las profesiones es chorísimo. Invitarla para el taller de galletas es un cacho.

Hay que ser demasiado inteligente, y tener la autoestima muy elevada para sostener en el tiempo un cambio al jardín de al lado. A mí el entusiasmo me duró lo que un fósforo. Y si no fuera porque mi renuncia incluyó un cambio de país ya hubiese pedido por favor que me devuelvan mi puesto.

La Andy y yo hemos hecho la prueba y el resultado está a la vista: no vale la pena que ustedes también se arrepientan.

Así que, la próxima vez que sientan dudas, sólo imagínense en el taller de galletas, con las manos inmundas y la polera enharinada. ¿Eso es lo que quieren? ¡Ahá!, entonces quédense ahí. Vayan al Homecenter, compren tornillos y peguen el poto a la silla antes de que sea tarde. Aprendan a disfrutar de sus jardines y dejen de mirar al costado. Visto de afuera parece bonito pero... es como el pasto sintético: después de un ratito ya te das cuenta que mejor el otro, con bichos y todo.

jueves, 6 de mayo de 2010

¡Feliz día!

El diálogo con mi hija fue así:

Ella: “Mami, qué quieres como regalo para el día de la madre”
Yo: “Tiempo, quiero que me regalen tiempo”

Siete horas más tarde, el diálogo con mi marido fue así:

Él: “¿Qué pasa con tu reloj?”
Yo: “Nada. No sé, ¿por qué?, ¿qué tiene mi reloj?”
Él: “No sé, pero me dijo la Sol que como regalo querías un reloj nuevo”

Conclusión: las madres somos unas auténticas incomprendidas.
Sólo semejante incomprensión puede justificar las lucas que invierten las empresas en publicidad para el día de la madre. Tapados, botas, depiladoras, rizadores, tostadoras, microondas... ¿Quién no cambiaría el mejor refrigerador + un bolso de cuero + un jeans por 24 horas de absoluto silencio?

No sé si es que me estoy poniendo vieja o qué, pero siento que mis oídos han colapsado. Desde que la Sol aprendió a leer estoy condenada a escucharla pronunciar cada cartel de la calle, cada etiqueta de cada cosa que hay en la casa, cada palabra del diario... O sea, los primeros tres días fue divertido y se me cayó la baba de orgullo... pero no la soporto más!! Prefiero una hija muda que una hija lectora (mmm suena horrible. Bueno, por las dudas aclaro que es metafórico).

De todas maneras me divierte esta cuestión del marketing y el día de la madre. Y creo que bien merecida me tengo la celebración. Yo me perderé alguna reunión de apoderados, me atrasaré con el control en el pediatra, olvidaré llevarlas a un cumpleaños... pero tengo algunos puntos a mi favor:

1- me sé los nombres de todas sus amigas y amigos.
2- sé sus colores favoritos.
3- siempre soy la bruja cuando jugamos a las princesas. Y no me quejo.
4- las dejo que salten sobre mi cama.
5- les invento cuentos que a ellas les fascinan... aunque objetivamente sean malísimos.
6- cuando el papá llega muy tarde las dejo ir a la cama sin bañarse.
7- no me enojo si quieren comer primero la fruta y después el pollo.
8- las dejo que me peinen, aunque ello implique perder la mitad de mi cabello.
9- sé específicamente dónde hacerles cosquillas para que mueran de risa.
10- les aprieto fuerte la mano para que no se muevan cuando toca una vacuna.
11- cuando la mayor se duerme, entro con su clave al Club Pengüin y le gano monedas.

Es como me dijo mi abuela: a las madres no debería importarnos el juicio de la sociedad, sino el juicio de nuestros hijos. Y para mis hijas, soy lo máximo. ¡Lo juro! Es que se los pregunté. Según Malena, “la mami es buena porque tiene dulces. Y según Sol “mamá es buena porque me deja pintarme las uñas y jugar con su celular”. ¿Ven? Inmolarse por los niños no vale la pena. Apuesto a que si las que se asumen como madres perfectas hicieran el mismo ejercicio que yo hice se llevarían una sorpresa. Los niños sólo quieren mamás contentas, que sepan reírse, que se sienten a jugar (aunque en verdad les de lata) y que no estén las 24 horas del día pendientes de a qué hora llega el marido.

Cada una encontrará su satisfacción en otro lado. Unas en el trabajo, otras en un curso, o en la cocina, o limpiando potos. Todos los caminos son válidos siempre y cuando sean honestos. Porque esta huevada de que los hijos son solamente maravillosos no me la creo ni ahí. Y no es justo para las que todavía no se embarazaron que seamos tan lateras!

No se coman el cuento de que una sonrisa al final del día compensa el cansancio. ¡Mentira! Sí lo matiza, pero no lo compensa. Ahora, así y todo encuentro que la maternidad es una elección maravillosa. Pero es más maravillosa cuando ya sabes qué esperar de ella.

Que este blog sea un pequeño grano de arena para todas. Para las no madres, para que sepan que sus miedos son lógicos y válidos. Para las malas madres, para que no se sientan mujeres desnaturalizadas. Y para las que se la dan de madres modelos, para que tengan tema de conversación mañana mientras esperan el turno en la peluquería.

A todas, y especialmente a las que no tienen opción y hacen milagros para llevar pan a la mesa y además sentarse a jugar ¡Feliz día de las madres!

jueves, 29 de abril de 2010

Se busca jefa, puertas adentro

Busco jefa. Busco alguien que me diga qué habrá de cena, qué llevarán las niñitas para la colación y me diga todo lo que mi casa necesita para estar en funcionamiento.

Después de 13 meses de dormirme en las acertadas decisiones de Lili, ella decidió volverse a Perú y yo me quedé sin Nana. Y eso, para una dueña de casa absolutamente inútil como yo, es muy grave.

Sería injusto decir que las cabras chicas la echan de menos. Pasaron sólo ocho días hábiles y yo la extraño más que a mi abuelito. Y pucha que extraño a don Tito...

Mis habilidades en la cocina son básicas. Jamás en mi vida he planchado una polera y soy incapaz de distinguir entre las bondades del cloro líquido y el limpiador en crema. Si los productos de limpieza no tuviesen etiquetas, me confieso capaz de trapear el piso con el vanish para ropa blanca.

Y no lo digo desde una postura burguesa: soy de esas mujeres que durante muchos años eligió cambiar plata. Yo ganaba lo mismo que mi Nana, pero con tal de no hacer la pega en la casa era capaz de quemarme las pestañas en una redacción durante 14 horas, de martes a domingo, sin feriados. Y lo volvería a hacer.

Así que en pleno duelo por la partida de Lili me fui hasta la Parroquia que acoge a inmigrantes que quieren trabajar. Allí conocí a María, de 26 años, que me prometió que era seca con los niños. Decía la verdad: cuando entró en la casa era como haber traído a Mary Poppins. Cantaba, bailaba y hasta imitaba las voces de los monos de Disney. A las 20.30 terminamos de comer y se fue a su cuarto. Al rato, en medio del mutismo absoluto de mi departamento, la escucho hablar por teléfono a los gritos: “Y hasta te voy a llevar la camiseta de fútbol del país que son ellos, que el señor tiene tantas poleras que ni se va a dar cuenta si se la quito”. Demás que Mary Poppins agarró su paraguas y salió disparada por la puerta de calle.

Y vueeeeeeeeelta a la Parroquia. Desde el lunes en casa vive Karina, una niña que dejó tres hijos en Perú al cuidado de su esposo. Tiene el cabello pintado de rosa, no sabe prender el horno, en su vida había visto un hervidor y lo primero que me preguntó fue si su baño también tenía agua caliente. Esta noche comeremos ají de gallina y mañana una cuestión en escabeche que posiblemente no nos guste... pero haremos nuestros mejores intentos para que ella esté feliz de trabajar en la casa y yo no tenga que volver a quedarme sin jefa. Y si eso incluye tragar el escabeche, tragaremos el escabeche las veces que sean necesarias.

Como a la mayoría, sólo me importa que se lleve bien con las niñas y que no tenga intenciones de llevarse la camiseta de Argentina. ¡No justo antes del mundial!

Es increíble el nivel de inoperancia que somos capaces de adquirir las mujeres modernas. Mi mamá cocina como los dioses, plancha mejor que las gallas del 5aSec y es capaz de acomodar la cama usando una sola mano. Mis amigas con cueva si saben preparar dos o tres platos. Yo paso un día sin Nana y el piso se me llena de hormigas, se me acaba el papel confort y no encuentro mis calcetines cortos. No es chiste. Ayer usé calcetines de la Sol.

Sólo espero que Karina funcione y se sienta cómoda con nosotros. No podría soportar que otra jefa me deje botada...

miércoles, 21 de abril de 2010

La convivencia

Y de repente, me convertí en la presidenta del curso de la Male. Algún día, dentro de muchos, muchos años, cuando se queje de todo lo que no hice por ella le diré: “Pero fui presidenta de tu curso, cómo que no me saqué la cresta por ti...”. Y lo más chistoso es que la Sol está tan orgullosa de mí...

Así que me tocó organizar una convivencia de puras mamás. Lo primero que tuve que resolver fue el lugar. Y lo resolví de una manera muy poco democrática. ¡Patuda! En un cumpleaños le “pedí” a una mamá, que tiene una casa grande y estratégicamente ubicada, que me cediera su living. Si no le entusiasmó la idea lo disimuló bastante bien, porque como anfitriona fue un siete. Y yo zafé de dejar la cagada en mi casa.

Cuestión que éramos 13 mujeres -de un total de 16- absolutamente desconocidas alrededor de una mesa de centro repleta de tapaditos, queques, papitas, nueces y chocolates. Había una sola coca light. Es que a mí me tocaban las bebidas y llevé puras gaseosas con azúcar. No hubo una sola coapoderada que no me acusara de ridícula, y yo me hice la compungida. ¿Saben qué? Fue a propósito!!! Estoy haaaaaaaarta de que todo el mundo de por sentado que las minas no tomamos coca normal. No hay una sola reunión social en la que yo pueda tomar algo que a MI me gusta. Yo tendré un poto para compartir, pero la coca normal es la coca normal. Es como las huevonas que van a Mc Donald´s a pedir una ensalada... Si no quieres engordar, toma agua. Sino, no rompai con las calorías.

Volvamos al hoyo. En calidad de Presidenta les agradecí su presencia y propuse que nos presentáramos. Pero no como “mamás de” sino como mujeres. Y el resultado fue más o menos el siguiente: en el curso hay 4 mamás full time, una de las cuales está buscando pega. Todas las demás trabajamos (haramos dijo el mosquito... yo me incluí en el grupo). Algunas frases celebres de la velada:
· “Después de tres semanas de posnatal decidí volver al trabajo. El primer día me fui de la casa de 9 a 9... y fui feliz”.
· “No sé como lo hacen las que se quedan todo el día con los cabros. Yo ya me habría vuelto loca”.
· “Cuando las maestras me llamaron para avisarme que la niñita se había golpeado no pude atender porque estaba en consulta. Y cuando les dije que me demoraba como una hora en llegar a recogerla me hicieron sentir una madre desnaturalizada”.
· “Yo no trabajo, por culpa del mayor. O sea, trabajo de transportista, porque estoy todo el día arriba del auto yendo del analista a la terapeuta ocupacional y de la terapeuta a la psicopedagoga”.
· “Me escribieron por libreta que la cabra chica ya está lista para dejar los pañales así que por favor la made con calzón. ¡Me da una lata!”

Al principio da paja esto de organizar convivencias, pero reconozco que siempre terminan siendo encuentros positivos y divertidos. Sobre todo para las mamás que con cueva van al colegio el día de la graduación, porque los otros 364 días están trabajando. ¿Mi conclusión personal? Ninguna de estas mamás mostró el más mínimo, minimísimo grado de envidia hacia las que se lo pasan con los niños.
Algún retrógrada dirá que se trata de una involución de la esencia femenina. Pero yo diré todo lo contrario: el mundo evoluciona hacia la libertad de elección. Y esa es la verdadera –y única- convivencia.

Párrafo aparte para la mamá que estuvo toda la semana prometiendo brownies y llegó con dos cajitas de Sahne Nuss... ¡Eso no se le hace a un grupo de golosas patológicas!
Así que oye, tú, que sabes perfectamente de quién hablo: para la próxima, doble ración para todas o te dejamos fuera!

jueves, 15 de abril de 2010

Macho menos

Los hombres andan flojos. Les duele la cabeza y como tienen wi-fi se quedan a trabajar en la casa. Se corta la luz y en lugar de cambiar la ampolleta le piden ayuda al conserje. Encuentran un pajarito muerto en el fondo de la casa y son capaces de esperar días enteros hasta que el jardinero lo quite.

De veras mi esposo es la excepción a esta regla. Y por el bien de todas espero que los suyos también lo sean. Pero hablo en términos generales. Es como que ahora están más femeninos... con lo bueno y lo malo que eso implica.

El otro día fui donde mi amiga Pauli mientras su marido jugaba fútbol. Llegó como a la media hora, con el pie hinchado y rengueando. “Tú no sabes la patada que me dio el Robi. No sé ni cómo hice para manejar hasta la casa, es un dolor que no puedes ni entender....”. Veamos: la Pauli tiene tiene tres hijos. Tres panzas enormes, tres partos naturales, tres epidurales, tres episiotomías, tres meses con hemorroides. No, ella no tiene ni idea de cuánto duele que te peguen una patada y te quede un moretón...

Anoche arreglé para ir a copetear con unas amigas. Pero una de ellas nunca llegó. Resulta que el marido le dijo que no se animaba a quedarse en la casa solo con los dos niños (tienen 5 y 8 años y más encima estaban dormidos!!). Y lo peor del cuento es que la muy huevona, en lugar de mandarlo a la punta del cerro, se perdió el panorama. Pensémoslo al revés: resulta que él tiene una comida y justo ese día a los cabros se le ocurrió mirar tele hasta más tarde, saltar en los sillones y amotinarse para no lavarse los dientes. ¿Acaso en algún minuto se le ocurriría cancelar? No hueviemossssssss.

¿Dónde quedaron los machos todopoderosos? ¿Dónde están los clones de Mcgiver que arreglan cables pegando chicles? ¿Será que por estos lados abunda la criptonita y por eso ya no existe nada parecido a superman? Tener una pareja con quien compartir las tareas domésticas y el cuidado de los niños es una condición casi esencial para tener un matrimonio exitoso. ¡Pero eso no implica que dejen de ser hombres po!

Será el año 2010, pero a nosotras nos sigue gustando que alguna vez nos traigan flores, que nos inviten a una salida romántica, nos digan cosas bonitas y nos ofrezcan acostar a los niños para que podamos salir a parlotear con las compañeras de la Universidad. Sí, también que nos ayuden a bañar a los cabros, que nos acompañen a las reuniones de apoderados y de vez en cuando se ocupen del menú familiar. Ah, y además que sepan un poco de electricidad, un poco de mecánica y algo de botánica y jardinería. Que no pongan cara de poto cuando vamos a comer de la abuelita y apaguen la blackberry entre las 10 de la noche y las 8 de la mañana.

¡No se alarmen!, no es para tanto. Como compensación nosotras prometemos que a la hora del sexo no habrá excusas. No siempre.

¿Ven?, hablando la gente se entiende.

jueves, 8 de abril de 2010

Suegras, con ese de sapo

Mi suegra pasa horas navegando en Internet. Las chances de que lea esto son muchas… ¡Filo! La honestidad por sobre todas las cosas.

Como a la mayoría, me hubiese gustado casarme con un hombre huérfano. Pero como no tuve esa suerte, desde hace dieciséis años estoy aprendiendo a convivir con este personaje. Reconozco que es una buena mujer. Seguramente como amiga es un siete, como empleada es súper eficiente, y me consta que como cocinera es la mejor. Pero como suegra...

Suegra es una palabra fea en sí misma. Se escribe con ese de sapo, con ese de serpiente, de sanguijuela, de sarampión. Suegra suena a culebra. Seguramente por eso tiene una connotación tan negativa.

Cacofonías al margen, debo confesar que mi suegra y yo hemos tenido nuestros entredichos. Es que me tocó una chapada a la antigua, de esas que usan ruleros para acomodar la chasquilla y se cubren el pelo con un pañuelo cuando fríen escalopas para que la cabeza no tome olor. Y yo amo la onda vintage, pero una suegra ochentosa es otro tema…

Peor la pasó mi amiga Rosita: después de años de pololear con el Mati, su suegra la echó de la casa porque descubrió que su hijito (en ese entonces huevón de veintitantos) tenía preservativos en la billetera. Sin comentarios.

Y pobre mi suegra, también, que le toqué yo. Una nuera con la boca más rápida que el cerebro: primero digo lo que pienso, y después pienso si mejor no me tendría que haber callado la boca.

¿Lo que más me carga de ella? Su comportamiento como madre y como abuela. En lugar de llamar a su hijo para ver cómo está, me llama a mí y pregunta por él. ¿Qué soy, la secretaria de la familia? Y ni hablar de su relación con mis hijas…

Con la Sol estuve casi ocho meses de posnatal. Mi suegra estuvo 25 años sin trabajar. Justo cuando a mí me tocaba volver a la pega se le ocurrió anotarse como voluntaria en la biblioteca de su comuna. Todo bien, me encanta que quiera estar en actividad, pero por qué no lo hizo antes????? Tuvo que esperar hasta que yo la necesitara para conseguir una obligación que le impidiera ayudarme.

Insisto: mi suegra no es mala. Es como todas. Tiene la increíble habilidad de aparecer en el momento más inoportuno, de llamar en el minuto menos adecuado y de decir las palabras que más me perturban.

¿Quién no ha discutido alguna vez con su pareja por culpa de la mamá de él? A mí me acusan de que cuando le hablo por teléfono le pongo mal tono… ¡al menos la atiendo! Tengo miles de amigas que directamente les filtran las llamadas.

He escuchado miles de historias de mis amigas con sus suegras. La que más recuerdo es la de la Loli, que terminó agarrándose de las mechas en el Parque Araucano cuando la suegra le dijo que sus hijos no tenían límites porque ella los malcriaba. Yo también le hubiese dado un combo si me decía algo así.

Igual creo que en algún punto todas creen que somos un desastre como madres de sus nietos. Estamos todo el día a las corridas y no tenemos tiempo de ponernos a hervir brócoli. ¿Para qué?, si un paquete de ramitas no requiere cocción y encima les quita el hambre… Puede que tengan razón, tal vez ellas fueron mejores mamás, pero filo, ahora nos toca a nosotras y deberían aprender a guardarse determinadas opiniones. Y también debería aprenderse, mínimo, la canción de Barney. ¡Mi suegra va por el quinto nieto y todavía equivoca la música y la letra!

En términos generales, creo que las suegras son todas huevonas. Lo digo con respeto y de forma constructiva: creo que de veras no se dan cuenta de que son las que tienen más para perder. Nosotras somos las que dormimos con sus hijos, deberían esforzarse un poco más por agradarnos, ¿no? Más encima sabiendo que es sencillo: sólo tienen que callarse la boca y ocuparse de los nietos alguna tarde a la semana. No parece muy complicado…

Deberían ponerse en el lugar de nosotras. Señoras: ustedes también son (o fueron) nueras, saben de qué se trata esta relación. Las madres jóvenes del Siglo XXI no queremos suegras perfectas. Queremos suegras presentes, ubicadas y, en lo posible, mudas. ¿Es mucho pedir?

jueves, 1 de abril de 2010

Un poco de mocos y un poco de críticas

Yo creo que antes no pasaba. Cuando yo era niña no me enfermaba tanto. O al menos no me enfermaba de tantas cosas.

¿Cacharon que ahora todos los cabros chicos tienen alguna huevada crónica? Por algo se los llama mocosos... Pero ahora es distinto. Ahora resulta que los mocos son mucho más que mocos. Son bronquitis obstructivas, faringitis, neumonias, influenza y qué se yo cuantas cosas más. Nada se soluciona con un baño de vapor o un tecito con miel. Todo necesita corticoides, hisopados, análisis de orina y placas de torax. ¿No será mucho?

Anoche partí con la Malena a la urgencia (sí, otra vez) porque tenía vómitos y 39ºC de temperatura. Menos un scanner de cerebro, le hicieron de todo. Menos mal que tengo contratado el seguro de la clínica, porque a las tres de la mañana, cuando nos dieron de alta, la cuenta tenía seis dígitos!!

Y todo este circo unas horas antes de partir de vacaciones...

En realidad tenía pensado ponerme a escribir sobre las repercusiones de la aparición de nuestro modesto club en la revista Paula (www.paula.cl), ¿vieron? Nos han criticado de lo lindo, y lo más gracioso es que la mayoría de las críticas negativas vienen de mujeres que son tías, maestras u hombres. O sea, trabajadores part time, sin ánimo de ofender a nadie.

Sólo unos párrafos al respecto: asumirnos imperfectas está lejos de ser sinónimo de no amar a nuestros hijos. O como dijo una lectora, es mucho más vanidoso creer que uno no tiene defectos que aceptar que estamos lleeeeeeeeeeeeenas de errores. Yo estoy segura de que alguna de las seis infecciones urinarias que hizo la Sol es porque la higienicé mal, por no saber, por creer que estaba haciendo lo correcto cuando en realidad me estaba mandando una flor de embarrada. Eso no me hace candidata a que me quiten a las niñas, sino que me hace humana. Obvio que mil veces tengo ganas de que desaparezcan. Obvio que mil veces tengo ganas de retroceder el tiempo atrás.... o adelantarlo hasta que se vayan de la casa, obvio que mil veces deseo que venga un hada madrina y las convierta en floreros para que no hablen, ni coman, ni caguen, ¿y qué?

El otro día, conversando con una amiga sobre los comentarios tan polarizados de algunas lectoras me dijo: “Cuando Dios creó a Adán y a Eva ellos lo desafiaron. No le hicieron caso a su Padre, la mujer comió la manzana y ¿cuál fue la penitencia? ¡Los llenó de descendencia! Hasta Dios cree que los hijos pueden ser un castigo”. No seamos tan obtusas, las que dicen que jamás, jamás se hartaron de los cabros, están mintiendo... O tienen miedo de que el marido las deje por aceptarlo, o están llenas de nanas que hacen la pega por ellas. Las que sí nos ocupamos, tenemos derecho a quejarnos, a reírnos y hasta derecho a arrepentirnos... aunque la política de devolución sea nula.

Sorry por este post tan desorganizado. He dormido con cueva unas tres horas en toda la noche. Ojalá algún pediatra me diagnosticara agotamiento crónico por síndrome de hijas pequeñas. Feliz me sometería a los exámenes, hasta el scanner de cerebro. Seguro que adentro de esa cápsula donde te meten, no se escuchan los llantos.

jueves, 25 de marzo de 2010

¿Eres una mala madre? Anímate al test.

Uno de tus niños está muy resfriado justo el día en que su amigo del curso celebra el cumpleaños. Tú:

A- Le explicas que su resfriado puede ser el comienzo de alguna enfermedad y que, para cuidarlo a él y evitar que sus compañeros puedan contagiarse, mejor se quedará en la casa.
B- Le metes un par de pañuelos de papel en la mochila y lo mandas al festejo.

Tu marido tiene una cena con sus amigos de la Universidad. Tú:

A- Le pides por favor que la cancele, porque pocas cosas son tan importantes como compartir la cena con los niños.
B- Pasas por el almacén, te compras unos chocolates, acuestas a los niños media hora más temprano que de costumbre y te tiras atravesada en la cama a mirar una película.

Tu hijo, que este año empezó Kinder, no quiere ir al colegio. Al llegar a la puerta, hace una tremenda pateleta. Tú:

A- Lo acompañas hasta su curso y le pides a la maestra que te deje quedarte un rato adentro para acompañarlo hasta que se le pase, aunque eso implique llegar tarde al trabajo.
B- Le dices que si entra contento a la salida le traerás unas papas fritas. Él entra, tú te vas.

Tu jefe/a te deja salir antes de la pega. Tú:

A- Vas directo a la casa para estar más tiempo con los cabros chicos.
B- Pasas a hacerte la manicure y llegas a la casa a la hora de siempre, pero con las uñas prolijas.

Has pasado todo el día con los niños. Has cambiado pañales, has hecho tareas y hasta has cortado una chasquilla que estaba larga. Llega tu esposo a la casa. Tú:

A- Le das un abrazo y lo invitas a que todos juntos armen ese puzzle gigante que compraron en las vacaciones.
B- Le pides por favor que las bañe y te encierras un rato con el computador a ver qué fotos nuevas han subido tus amigos de facebook.

Tu suegra te dice que tienes cara de cansada, que por qué mejor no te buscas un trabajo part time y te quedas en la casa el resto del día. Tú:

A- Le agradeces el consejo y comienzas a buscar un empleo de medio tiempo. Ella es quien más conoce a su hijo y tú quieres que tu esposo te vea feliz.
B- Le regalas una sonrisa pero piensas: “claro, total tú nos ayudas con la colegiatura, el viaje de estudios y el dividendo del departamento”...

Del colegio te avisan que darán un feriado administrativo justo antes del Viernes Santo. Tú:

A- Te pones contenta, puedes hacer panorama con los niños y hasta pueden ayudarte a cocinar para la reunión familiar.
B- Quieres matar a la directora.

Conclusiones:

Puras respuestas A: mereces toda mi admiración. Es por mujeres como tú que yo realmente me cuestiono mi manera de ser mamá. Ojalá algún día tenga tu paciencia y dedicación.

Mezcla de A y B: estás bien encaminada. Saber encontrar el equilibrio entre nuestra vida como mamás y nuestra vida como mujeres es, seguramente, el principal objetivo de todas. Felicitaciones por haberlo logrado.

Puras respuestas B: bienvenida al club. A los ojos de la mayoría, somos malas madres. Seguramente muchos te juzgarán, pero algún día, cuando tus hijos vean todas las cosas maravillosas que has hecho por ti además de criarlos, ellos mismos te lo agradecerán y se sentirán orgullosos... ¡eso espero!