miércoles, 20 de octubre de 2010

Mejor nana conocida que nana por conocer

La conversa que transcribo la escuché ayer en un cumpleaños, entre dos mujeres de treintaytantos:
-“Necesito nana puertas adentro, ojalá chilena del Sur. ¿Le puedes preguntar a la tuya si tiene alguien para recomendarme?”
-“Mmmm es que la mía nunca tiene a nadie. Siempre que le pregunto me dice que no conoce, igual le consulto”
-“Ya, te pasaste. Es que el tema de las nanas me tiene chata”
-“Me imagino, es que una buena nana te soluciona la vida”
-“De todas maneras”

La mujer que busca nana es abogado y trabaja en un banco. La que está feliz con la suya no sé qué estudió, pero es una auténtica mamá ‘nadadora’ (no hace nada, nada en todo el día).

¿En qué minuto las nanas se convirtieron para todas en algo más imprescindible que el papel confort? Da lo mismo. Ahora el concepto está legitimado y ninguna mujer con empleo, o sin empleo pero con un par de lucas demás, se anima a vivir sin una. Sólo mi amiga Vero aperra con los mellizos y con la casa. Ella, nadie más. Al menos nadie más que yo conozca.

Para mí el tema fue realmente heavy. Sin familia como back up, la única posibilidad que tengo de trabajar fuera de la casa y de salir a comer alguna vez con mi marido es teniendo nana puertas adentro. Varias veces he relatado en este blog mis peripecias para conseguir una persona honesta, pero Kena, la persona que está ahora con nosotros, merece su propio post.

Después de tres extranjeras que decidieron de un día al otro volver a sus países contraté a una chilena. Es separada, de Concepción y tiene 3 hijos, el menor de 8 años. Lleva en casa unos cuatro meses y es lo más parecido a un sargento retirado que he visto en mi vida. Si algún día quiere cambiar de rubro, creo que como gendarme en una cárcel de mujeres sería un siete.

Nos tiene a todos de aquí para allá. Me ordena quitarme los zapatos mientras hace el aseo y se enoja con las niñitas si no terminan toda la comida que está en el plato. Usa tres jabones Popeye por semana y limpia la tina con cloro todos los días, aunque yo le diga que con dos veces a la semana es más que suficiente.

Un día, hace algunas semanas, mi marido volvió del Lider cargado con bolsas. Tocó timbre y cuando ella le abrió la puerta y lo vio le dijo: “Y usted no tiene manos para usar la llave que me anda tocando timbre”. Él, que es un señorito inglés, en lugar de mandarla a la cresta le dijo que tenía las manos ocupadas con al menos siete bolsas cada una. Una anécdota nomás.

El punto es que, ante la desesperación, y sobre todo el pánico de quedarnos sin nadie, le venimos explicando día tras día que nos encantaría que fuese un poco menos rígida. Que el aseo no es lo más importante y que si las niñitas están felices con ella la pega está bien hecha. Es buena Kena, tiene un modo de mierda, pero es una buena mujer.

La gran contra es que nos tinca que Sol no la aguanta. Le carga su perfil tan mañoso e inflexible. Pero el gran pro es que es honesta y, como buena madre, sabe resolver urgencias. Mi mamá me dice que puedo encontrar a alguien igual de responsable pero más dulce. Yo le digo que mejor malo conocido que bueno por conocer.

Insisto: no sé en qué minuto se volvieron más importantes que el papel confort. Aunque reconozco que yo podría limpiarme el poto con cualquier cosa; pero no podría volver a quedarme sin nana.

jueves, 14 de octubre de 2010

La era del calzón

Las primerizas que no trabajan tienen ese no se qué… se lo pasan hablando de sus guaguas como si fuese lo único importante en el mundo. Creen que sólo ellas han pasado por lo que todas hemos pasado. Que sólo sus hijos tienen tanto reflujo, que sólo sus hijos duermen pésimo, que sólo sus hijos tienen intolerancia a la lactosa, que sólo sus hijos se mean justo el día que no les tienen ropa de cambio y un eterno sinfín de etcéteras. Esas minas son las que no soporto. Las que buscan panoramas para los niños porque sólo así pueden armar su carrete de la mañana y antes de que los cabros cumplan tres ya sienten que saben tanto como el pediatra. Uffffff, i-n-s-o-p-o-r-t-a-b-l-e-s.

Estoy en pleno proceso de control de esfínteres con Malena. Después de muchos intentos suaves, paulatinos y conversados, finalmente he decidido que una niñita de casi tres años que está por llegar al metro del altura ya no puede andar con pañales. Así que he optado por la vía radical y desde hace una semana le expliqué que tiene que usar calzón. Se mee o no se mee. Y, por supuesto, se mea.

Y es ahí donde me cargan los comentarios del tipo: “Ay pero si yo con la Manuela lo hice superfácil. A los dos años exactos le compré la pelela y un mes después ya le había sacado el pañal de la noche”. O: “Es que estás apurada. Mi Felipe dejó el pañal él solito a los tres años y 9 meses”. O sea: ¿nueve meses más mudando potos sucios? De ninguna manera.

Ocurre que esas dos mamás no hacen absolutamente nada de sus vidas más que hablar de Manuela y Felipe, dos cabros que jamás se alejan más de medio metro de sus faldas, en el jardín lloran si se manchan la polera con témpera y en la plaza hacen una tremenda pataleta si el niñito de al lado sin querer (o a propósito, a estos efecto da igual) los salpica con arena.

Lo que pasa es que, como yo no juzgo, me pone de pésimo humor que me juzguen. Si quieren construir sus vidas únicamente alrededor de sus hijos, háganlo. Pero no me señalen como una bestia si decido dar por finalizada la etapa de guagua. Con casi tres años es una niñita, y las niñitas van al baño. Además, en todo caso la que lava los calzones soy yo! Ni ellas, ni la maestra, ni la nana. Yo.

En esta carrera contra el pañal he probado de todo. Dibujarle caritas felices cada vez que hace pipí, comprarle regalos, jugar ene con tarros con agua y masa (alguien me dijo que psicológicamente podía ayudar) y obviamente proveerla de los mejores y más bonitos calzones disponibles en el mercado: princesas, backyardigans, corazones. Los mea todos. Literalmente, ella se caga en las princesas.

La esperanza es lo último que se pierde, pero confieso que ya estoy chata. Si alguien tiene un consejo útil será absolutamente bienvenido. Incluso si es de primerizas sabelotodo. Nunca se sabe… tal vez haya alguna que realmente tiene la papa y la quiere compartir.