miércoles, 23 de marzo de 2011

No más guaguas (Aleluya!!!)

Lo peor que tiene la maternidad es que es algo irreversible. ¿Lo mejor? ¡¡Exactamente lo mismo!!

Estoy en un buen momento. Ya sin guaguas en la casa me siento absolutamente feliz de compartir mi vida con esas dos princesas que me necesitan cada vez menos.

Ahora que la Malena se convirtió en un ser civilizado, que habla y no muerde, va al baño cuando quiere pipí y es capaz de sentarse a jugar con la Pascale sin sacarle la cresta, estoy absolutamente babosa por ella. Me encanta esa cuota de picardía que aún acompaña cada uno de sus movimientos, los gestos de “yo no fui”, la alegría con la que habla de sus amigas y la inocencia con la que cada día me pregunta: “¿Cuándo llega el avión?” ¿Qué avión? “El que trae a la abuela Susy a Chile”.

La lata es que, pobrecita, algunas otras madres imbéciles se han encargado de etiquetarla de Malula y esas cosas son muy difíciles de revertir. Imaginen el grado de imbecilidad que hasta dejan de invitarla a panoramas, supongo, por temor a que los arruine. Heyyyy chiquillas… si supieran que las malas energías vuelven como búmeran recargado…

Como le decía ayer a una nueva amiga que tengo: se creen que afectan a las niñitas, pero en realidad ellas ni pescan. Entonces las huevonas quedan pésimo con nosotras, las puras mamás. ¿Es necesario? Yo creo que no. Pero yo no soy imbécil. Mi nueva amiga tampoco. Ellas…

En fin, volvamos al callo: he descubierto que en verdad la maternidad me sienta muy bien. Lo que no me gustan son las guaguas. Si pudiera parir puros cabros de tres años tendría dos o tres más. Pero como eso no es posible, hasta aquí me quedo.
Ahora sí ha llegado el momento de gozar. Podemos dormir 9 horas seguidas cada noche, conversar (un ratito) mientras las niñitas juegan a las barbies y hasta esperar en la cama que nos traigan el desayuno y después nos hagan masajes.

Señoras y señores, ¡esto sí es vida! Es cierto que hay otras preocupaciones y que las que vendrán serán todavía más peludas. Pero no tener que preocuparme de que se traguen el pinche, se caguen en el mall o peleen con otras niñitas por no compartir un dulce es lo más parecido a la felicidad absoluta que he experimentado últimamente.

Así, ¡me fascina ser mamá!

miércoles, 16 de marzo de 2011

¿Perros o hijos?

Un perro es un perro. Un hijo es un hijo. O sea, las perras tienen cachorros, nosotras tenemos guaguas. ¿Se entiende? Qué bueno, porque me cargan las mujeres que hablan de los canes como si se tratara de sus hijos.

Mi amiga Vani es el mejor exponente: tiene un hijo, un perro y una gata. Y no sé si quiere a los tres por igual... tal vez a la gata un poco menos. Ya perdí la cuenta de cuántas veces discutimos por lo mismo. Ella dice que yo soy una insensible. Yo digo que ella es una exagerada.

El tema es que muy a pesar mìo, cada vez son más las mujeres que deciden ser mamás de perros. Obvio, es mucho más fácil... ¡básicamente porque cuando crecen no hablan!

Veamos algunos pros y contras de tener hijos vs tener perros

Hijos:
Se cagan y se mean, mínimo, dos años
Si tienen reflujo puede que pasen 12 meses antes de que una pueda volver a dormir 8 horas seguidas
Quieren saber el por qué de todas las cosas
Cortarles las uñas es una misión (casi) imposible
A los siete empiezan a pedir un celular
A los diez no pueden vivir sin un celular
A los quince más vale que hayamos tenido una charla (seria y avanzada) sobre educación sexual
A los dieciocho salen con el auto de noche y otra vez nos quedamos sin dormir
No se pueden devolver, por más fallas que tengan

Perros:
En cuestión de semanas aprenden a mear en el papel de diario y a cagar en la plaza
Si no pueden dormir los dejas afuera, cierras la puerta y sigues roncando tranquila
No hablan
No hace falta cortarles las uñas
Con un huesito están felices, no precisan celular
No hace falta hablar de sexo. Elegimos un machito y que de las hembras se preocupen sus dueños
Si nos arrpentimos siempre habrá un buen amigo con bonito campo dispuesto a recibirlos

Conclusión: es más fácil con un perro. Pero así y todo me quedo con mis hijas. Es que, entre otras cosas, me llevo mejor con los piojos que con las pulgas!

jueves, 3 de marzo de 2011

Nanadependencia

La nanadependencia es el peor castigo de las madres modernas. De las que quienes, como yo, pretendemos trabajar al menos un rato fuera de la casa.

No he tenido mucha suerte últimamente. Desde la maravillosa Arminda que me acompañó los primeros 4 años de Sol y la amorosa Lili, que estuvo con nosotros un año y medio en Chile (hasta que se volvio a Perú), nada ha vuelto a funcionar. Pasó casi un año y sigo sin encontrar una persona que me ayude. Una compañera de equipo. Alguien que me permita ir a trabjar tranquila, reciba a las niñitas del colegio y juegue con ellas hasta las 5, cuando yo vuelvo a la casa.

Kena estuvo casi siete meses. Altiro nos dimos cuenta que tenía alma de sargento. No sé por qué no la invité a retirarse en ese minuto... siempre supe que, tarde o temprano, nos iba a cagar. ¡Y nos cagó nomás!

Hace tres meses me dijo que Sol no le hacía caso y que quería renunciar. Le dije que tuviera paciencia, que a las niñitas de siete años hay que ganárselas con tiempo. Contestó que lo hacía por Malena, porque la Male sí era exquisita...

Hace dos semanas me dijo que Sol era un amor, pero que Malena le tiraba al piso la comida y ella no podía trabajar en una casa sin modales. Le dije O.K, deme 15 días y se va. Veinticuatro horas más tarde se arrepintió.

Resulta que, según sus palabras: “un mensaje divino la hizo reflexionar, que ella no podía abandonar a las niñas”. Bueno, tercera oportunidad.

Ayer otra vez lo mismo: que Male botó los cereales y que se quiere ir...

Le dí 12 horas para que se fuera. Le pagué hasta el último centavo que le correspondía más un pasaje a Concepción y cerré la puerta de casa con furia y enojo. Insisto: la nanadependencia es un castigo. Debería ser una ayuda, pero es una maldición. ¿Cuál es la solución? No sé. Estoy INDIGNADA. ¿Qué una nena de tres años tire cereales al piso es grave? Yo creo que no.

Hay muchas dueñas de casa muy mal acostumbradas. Buscan alguien que haga la pega por ellas. Tienen a las nanas trabajando hasta la hora del pico y fuman en una esquina mientras la pobre empleada corre detrás de los cabros chicos. Juro que esa no es mi realidad. Y odio que ellas hayan tenido más suerte que yo en la búsqueda!! Qué injusta que es la vida!!

Mientras tanto, mi propia pega corre peligro. Si no encuentro alguien pronto dudo poder cumplir con mis obligaciones. Por que por más mala madre que yo sea, hago mi mejor esfuerzo... y eso incluye poner a mis dos amores por encima de todo. Aunque me queje. Aunque me de lata. Aunque prefiera mil veces estar en la redacción que jugando a la pinta.

Dicen que no hay mal que por bien no venga. Kena era un sargento y yo sigo buscando a Mary Poppins. Si alguien sabe de ella (o similar) le dice que me contacte. ¿Ya?