miércoles, 29 de diciembre de 2010

Niños de vacaciones...

Detesto contar cuentos. Ya lo saben. Pero hacerlo después de las 22.30 es todavía peor. Me carga que a las 4 de la tarde la casa esté increíblemente desordenada y que las compras del supermercado no duren ni una semana. ¿Algo más? Sí, me pone de pésimo humor que me llamen a la pega porque están aburridas. Lo asumo: ¡odio las vacacionesssssssssss! Ya, ok, no es para tanto. Una puede estar más tiempo con las niñitas, llevarlas al cine, al parque, a la piscina, a las casas de las amigas, recibir a las amigas en casa... Sí, sí es para tanto. Al menos para mí.

Es que todo es tan perfecto cuando la logística del año funicona que llega diciembre y entro en pánico. Siempre me pasa lo mismo. No sé cómo voy a hacer para sobrevivir hasta marzo y, sin embargo, siempre sobrevivo. ¿Soy yo a a todas les pasa que se acuestan a dormir un caluroso día de marzo y se levantan otro caluroso día de diciembre? En el medio, cuando la cuestión está ordenada, pasa tan rápido que ni se nota.

No es casual que mi último post haya coincidido con el final de clases... desde entonces no he parado. Del trabajo a la casa, de la casa a la piscina, de la piscina a la cama. De la cama al trabajo, y así sucesivamente cada día. Más encima la nana se fue a Concepción así que a lo de siempre, sumé las tareas domésticas. En realidad las sumé los primeros días. Ahora nos acostumbramos a buscar la ropa en el suelo y a comer pizza calentada en el microondas. No es grave y yo no tengo que cocinar ni planchar.

Me muevo y mi espalda cruje. En verdad estoy raja. Malena se acaba de dormir. Voy a intentar descansar sin que Sol venga a pedirme que le sirva algo para tomar... ¡a quién quiero engañar! Seguro espera a que cierre los ojos para tener sed. Odio las vacaciones. Apuesto que quien las inventó tenía hijos casados. O era soltero. O era un tremendo imbécil.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Éramos pocos y llegaron los piojos

Que no tenga tos. Que no tenga fiebre. Que no tenga mocos. Que no tenga piojos. Que no se haga en los calzones. Que nunca les quite nada a los otros niños. ¿No será mucho? Son demasiados requisitos para un jardín infantil. Tantos, que si en verdad quisiera cumplirlos todos no la mandarìa nunca!! De hecho son más de los que me piden para renovar la visa de residencia. ¿Será que para primero básico hay que presentar certificado de antecedentes penales?

La cuestión fue que en pleno horario laboral me sonó el celular, y ví que era el número de la maestra de Malena. Me asusté, obvio, como se hubiese asustado cualquier madre. No se escuchaba bien, pero alcancé a entender que habían tenido que llevar a mi niñita a la enfermería. “¿Por qué?, ¿qué le pasó?”, pregunté. “Es que tiene liendres, y está prohibido tener liendres en el colegio. La llevamos a enfermería para verificarlo y sí, tiene”. Ya pohhhhhhhhhhhhhh... ni que fuese sarna en la época del ’20.

Mis hijas se bañan todos los días, religiosamente. Si tienen liendres es primero porque son niñitas de pelo largo, y segundo porque alguien las ha contagiado, así como seguramente ellas han contagiado a otros. Lo encuentro absolutamente normal. Como los mocos, como las peleas entre amiguitos, como la tos cuando cambia la temporada, y como todo lo otro que aquí pareciera ser realmente grave.

Sin ánimo de ofender a nadie, me imagino la misma situación en cualquier otro país. Sobre todo de esos países donde directamente no existen las dueñas de casa porque vivir con un único sueldo es algo impensable. ¿Creen que la maestra llamaría a una madre en horario laboral para avisar que la niñita de tres años tiene liendres y no puede volver a clases? Tal vez me equivoque, pero yo creo que a lo más mandarían una comunicación para que en la casa se haga el tratamiento y regrese con dos trenzas y no más pelo suelto.

El punto es que siempre vuelvo sobre lo mismo. Las pobres maestras. Esos ángeles maravillosos que han decidido por vocación pasar miles de horas con cabros que ni siquiera son suyos. Es que ellas también colapsan. Y estamos en diciembre. Sólo así se entienden tres llamados en tres semanas (no estoy exagerando: el primero por mocos, el segundo por caca y el tercero por liendres). Yo también estaría agotada. De hecho lo estoy. Y más encima me pica la cabeza. ¡Ya sé! Voy a llamar a mi jefa y le voy a decir que tengo liendres y no puedo volver a trabajar hasta no estar segura de que no queda ni un visitante. Tal vez a ella también le parezca grave... aunque no creo.

¿Lo más gracioso? Cuando la Male llegó a la casa mi nana me llamó porque le parecía que estaba tosiendo más que de costumbre. El papá la llevó a la Urgencia y le diagnosticaron Neumonía. Pero eso sí, menos mal que en la enfermería del jardín confirmaron que eran liendres. Porque eso sí es grave. La tos de foca no les llamó la atención. Se ve que no es para tanto... apenas necesita corticoides, antibiótico y reposo. Nada que ver con un champú y el peine fino. Buuuuuu.