jueves, 25 de marzo de 2010

¿Eres una mala madre? Anímate al test.

Uno de tus niños está muy resfriado justo el día en que su amigo del curso celebra el cumpleaños. Tú:

A- Le explicas que su resfriado puede ser el comienzo de alguna enfermedad y que, para cuidarlo a él y evitar que sus compañeros puedan contagiarse, mejor se quedará en la casa.
B- Le metes un par de pañuelos de papel en la mochila y lo mandas al festejo.

Tu marido tiene una cena con sus amigos de la Universidad. Tú:

A- Le pides por favor que la cancele, porque pocas cosas son tan importantes como compartir la cena con los niños.
B- Pasas por el almacén, te compras unos chocolates, acuestas a los niños media hora más temprano que de costumbre y te tiras atravesada en la cama a mirar una película.

Tu hijo, que este año empezó Kinder, no quiere ir al colegio. Al llegar a la puerta, hace una tremenda pateleta. Tú:

A- Lo acompañas hasta su curso y le pides a la maestra que te deje quedarte un rato adentro para acompañarlo hasta que se le pase, aunque eso implique llegar tarde al trabajo.
B- Le dices que si entra contento a la salida le traerás unas papas fritas. Él entra, tú te vas.

Tu jefe/a te deja salir antes de la pega. Tú:

A- Vas directo a la casa para estar más tiempo con los cabros chicos.
B- Pasas a hacerte la manicure y llegas a la casa a la hora de siempre, pero con las uñas prolijas.

Has pasado todo el día con los niños. Has cambiado pañales, has hecho tareas y hasta has cortado una chasquilla que estaba larga. Llega tu esposo a la casa. Tú:

A- Le das un abrazo y lo invitas a que todos juntos armen ese puzzle gigante que compraron en las vacaciones.
B- Le pides por favor que las bañe y te encierras un rato con el computador a ver qué fotos nuevas han subido tus amigos de facebook.

Tu suegra te dice que tienes cara de cansada, que por qué mejor no te buscas un trabajo part time y te quedas en la casa el resto del día. Tú:

A- Le agradeces el consejo y comienzas a buscar un empleo de medio tiempo. Ella es quien más conoce a su hijo y tú quieres que tu esposo te vea feliz.
B- Le regalas una sonrisa pero piensas: “claro, total tú nos ayudas con la colegiatura, el viaje de estudios y el dividendo del departamento”...

Del colegio te avisan que darán un feriado administrativo justo antes del Viernes Santo. Tú:

A- Te pones contenta, puedes hacer panorama con los niños y hasta pueden ayudarte a cocinar para la reunión familiar.
B- Quieres matar a la directora.

Conclusiones:

Puras respuestas A: mereces toda mi admiración. Es por mujeres como tú que yo realmente me cuestiono mi manera de ser mamá. Ojalá algún día tenga tu paciencia y dedicación.

Mezcla de A y B: estás bien encaminada. Saber encontrar el equilibrio entre nuestra vida como mamás y nuestra vida como mujeres es, seguramente, el principal objetivo de todas. Felicitaciones por haberlo logrado.

Puras respuestas B: bienvenida al club. A los ojos de la mayoría, somos malas madres. Seguramente muchos te juzgarán, pero algún día, cuando tus hijos vean todas las cosas maravillosas que has hecho por ti además de criarlos, ellos mismos te lo agradecerán y se sentirán orgullosos... ¡eso espero!

jueves, 18 de marzo de 2010

Fallas de fabricación

La primera vez que hospitalicé a Malena tenía 32 días de vida. Por eso tuve que hacer tremendo escándalo en la clínica para que me la pusieran en neonatología y no en pediatría, donde podía contagiarse cualquier otra cosa. Es que como tres semanas después de parir yo empecé a jugar hockey, la llevé conmigo a los partidos, le cambié el pañal sobre el pasto, le di pechuga después de correr sin parar y bueh, mi angelito se agarró un virus. Y yo entendí que además de ser la hermanita de la Sol, también era hija mía. ¡Así que mejor la cuidaba!

Lo cierto es que salió un poquitín “fallada”. Se enferma de nada, vive con mocos y ha hecho al menos seis bronquitis obstructivas, por lo cual el pediatra me advirtió que, posiblemente, sea asmática. Típico que después de empezar las clases todo se agrava. Se lo pasa estornudando y tosiendo desde la mañana hasta la noche. Pero, teniendo en cuenta que salió “falladita”, no me asusto. Le doy su medicación y ya.

Cuestión que ayer la llevé a un control médico y el pediatra me dice: “Me encanta que reconozcas los síntomas, esta nena está completamente obstruida, empecemos al tiro con corticoides”. Sonreí como si fuese la mamá sabelotodo, pero la verdad es que la llevaba por control. No pensé que esa tos era diferente a la de la semana pasada. A mí me enseñaron que debía preocuparme si la veía azulita, y para mí estaba tan rosada como siempre.

El punto es que en los últimos tiempos he descubierto que los hermanos menores siempre vienen con algún “detalle de fabricación”. Conozco un caso cercano en el que la quinta guagua nació con seis dedos. Y otro en el que el tercer hombrecito nació con mancha mongólica en la cola, que no es otra cosa que un poto azul. Sí, un poto azul... ¡no me digan que el culito de Alan no es original! Mi hermana menor, por caso, nació sin tobillo. O sea, es flaquísima, pero su pantorrilla es absolutamente recta.

Las fallas pueden ser mayores o menores, con o sin importancia, pero lo que está claro es que, como me dijo el pediatra “se ve que la hiciste con un poco menos de dedicación”. Prefiero no pensar si tiene o no razón. Menos tiempo tenía seguro.

Lo que sí admito, es que la he criado con un poco más de inconciencia. A todas nos pasa igual. ¿O será que sólo yo soy una mala madre?

La lata es que como la Male es chica en el colegio tiene esos eternos períodos de adaptación, en los que las mamás andan por los pasillos del colegio y no se van a las casas. Entonces ven llegar a mi niñita estornudando y me clavan la mirada onda: “Oye tú, madre inconsciente, ni se te ocurra contagiar a los nuestros”. Así que después de una semana de soportar miradas inquisidoras con mi mejor cara de simpática les expliqué que tiene una enfermedad crónica –Sindrome Bronquial Obstructivo Recurrete- y que ni sus mocos ni su tos son contagiosos, lo que es absolutamente cierto. ABSOLUTAMENTE CIERTO (nunca se sabe quién leerá esto, así que por las dudas lo recalco).

El tema es que este asunto de que son como más vulnerables los hace más regalones, más bebotes. Y eso no viene de fábrica, ni es cosa de ellos. Es cosa nuestra, porque a menos que nazca otro, siempre serán nuestros guagüitos.

Mi amiga Teresa fue mamá grande. Al segundo lo tuvo a los 43 y se negaba a sacarle el chupete aunque el niñito casi que tenía barba. Le hablaba en media lengua, lo cargaba en brazos (yo creo que pesaba como 20 kilos) y a los tres años le seguía dando colados.

No hace falta ser demasiado inteligente para entender que la Tere se negaba a ver crecer a Pedrito. A mí me pasó un poco lo mismo; cuando este verano alguien me sugirió que la Malena podía dejar los pañales casi mato a ese sujeto.
Pobrecita ella, así “falladita” como es, ¿encima tiene que aprender a controlar esfínteres? Yo la prefiero llena de tos y mocos. A upa y con el pañal meado. Eso sí, ya no se lo cambio directamente sobre el pasto. Es que de todo se aprende.

jueves, 11 de marzo de 2010

¡Con mi niñita no se metan!

Alguna vez mi amiga Joyce me dijo que ser mamá de niñita era bien diferente a ser mamá de hombre. Ella, que juega en ambos equipos, me comentó que la gran diferencia radica en que ellos resuelven todo con un par de combos y una pelota de fútbol. Ellas, en cambio, se enroscan. Pelean con la palabra, se lastiman, sin sangre pero con lágrimas.

Sí que tenía razón la Joyce.

Resulta que nos cambiamos a un condominio lleno de niñitas que se lo pasan arriba de la bicicleta. Sólo por eso, en 24 horas reloj, la Sol aprendió a andar sin rueditas. Sólo por eso, por primera vez desde que vivimos en Chile, dijo que Santiago era más choro que Buenos Aires. Sólo por eso ahora prefiere quedarse en la casa antes que ir a las clases de gimnasia, al Mc Donald´s o jugar donde sus amigas.

Todo venía bien hasta que empecé a notar que las niñitas como que le huían. Se alejaban en grupo cada vez que la Sol se acercaba. Murmuraban, se reían en voz baja. Hasta que ayer descubrí la cruda realidad: dicen que ella las persigue, le han pedido plata para darle clases de bicicleta, para comprarse cosas en el colegio... algo que algunos llamarían bullying y otros, simplemente, cosas de niñitas.

Yo en verdad voy por la segunda opción. Son chicos, se pelean y se amigan en cuestión de segundos... pero ¿justo le tenía que tocar a mi cabra chica? ¿Justo a ella, que es la más hermosa, simpática, inteligente y chora del mundo? Nooooooooooooooo!!

Qué horror ver sufrir a una hija. Yo de pendeja era terrible. Molestaba, burlaba, pelaba. Una vez todos se pusieron en mi contra, me hicieron la guerra del hielo y aprendí. Puta que me dolió que nadie me hablara, pero aprendí a no joder más.

Hace algunos años me reencontré con una antigua compañera, a la que no veía hacía como veinte años. Lo primero que hicimos fue ponernos al día. Lo segundo que me dijo fue que le debía como diez años de terapia, con intereses retroactivos a la década del ´80. Sorry.

Volviendo al hoyo, la cuestión es que mi marido tenía ganas de arrancarse a hablar con los padres. Pero alguien nos dijo que esas cosas aquí no funcionan, que era mejor ganarnos a las niñitas en lugar de pedir colaboración a los adultos. Así que partí al súper a comprar stickers, galletas y cuanta huevada me pareció entretenida, e invitamos a las vecinitas a jugar. Por suerte vinieron y bastante jugaron... En algún minuto sí se burlaron, pero nada para espantarse.

O sea, efectivamente son cosas de chicos. Pero, igual, ¡qué feito! Así que después de mucho pensar sobre qué decirle y cómo decirle, me llevé a la Sol al Ruby Tuesday y comencé mi primera charla seria, casi que de mujer a mujer: “En la vida, las cosas no siempre son como una quiere. A veces hay gente con la que tú quieres pasar tiempo pero ellos no quieren pasar tiempo contigo. Las niñas del condominio no son malas, sino que están equivocadas y cuando se den cuenta de que tú eres súper divertida van a pedirte disculpas y te van a invitar. Por mientras, puedes jugar con tus compañeras del colegio, que te quieren y no te burlan. Te prohíbo que vuelvas a juntarte con las vecinas si ellas te dicen o te hacen cosas feas. Apenas eso suceda tú vienes y me lo dices... Entonces yo voy y les arranco cada pelo de la cabeza. ¿Entendiste mi amor?”

¿Está mal? No, con mi niñita no se metan. O se la verán conmigo...

lunes, 1 de marzo de 2010

Spa con terremoto

El viernes era el cumpleaños de la Denise y con la Andy partimos las tres a celebrar en un Spa. Yo llevé parte de mi arsenal de cremas y la verdad lo pasamos chancho. Primero nos hicimos una exfoliación y después nos frotamos unas cápsulas con liposomas de cafeína para la celulitis que, hasta el momento, no han funcionado. Nos metimos al sauna, al jacuzzi (aunque apagamos las burbujas para poder conversar sin tanta bulla) y terminamos en el starbucks, con un estado de relajación absoluto. Eso fue como a las siete de la tarde. Nos reencontramos tipin diez para el festejo formal con maridos y pastel y como a la una de la madrugada me acosté a dormir.

Lo que sucedió unas horas más tarde ya lo saben. Lo han sentido tanto como yo y, sino, lo han visto en las noticias. Santiago tembló y tuve el despertar más atroz que haya podido imaginar. El ruido era macabro: sirenas, vidrios rotos, cables echando chispas, gente gritando. Corrimos hacia el cuarto de las niñitas, las cargamos en upa y salimos al parque. Como argentinos no tenemos ningún tipo de conocimiento sobre qué conviene o no conviene hacer en un terremoto y nuestro sentido común nos indicó que, estando en un primer piso, lo más fácil, rápido y seguro era correr al pasto. Ahí estuvimos unos cuantos minutos. Los columpios se movían de un lado al otro, como en una película de terror. Las luces bailaban, los portarretratos caían uno a uno.

Cuando supimos que había pasado, unos cinco minutos después, volvimos a la casa. La oscuridad era absoluta. El miedo, infinito. Acostamos a la Sol y a la Malena en nuestra cama y simulamos descansar, sin cerrar jamás los ojos. Sentí que era capaz de morir de susto. Literalmente hablando.

Nunca, jamás en la vida, me sentí tan impotente frente a algo. Yo, que a pesar de que soy una pésima madre creo que todo lo puedo, no podía hacer nada frente a la violencia de la naturaleza. Podía abrazar a mis hijas, podía refugiarme bajo las estrellas, podía decirles que todo iba a pasar, pero nada dependía de mí.

Empecé a pensar en mi familia. Mis papás recién habían vuelto a Buenos Aires y yo sabía que iban a levantarse temprano. Y mi abuelito, que madruga y lo primero que hace es prender las noticias... esperé que fueran las seis y los llamé por teléfono. Les dije que estábamos bien, para que no se enteraran por la televisión. No sé si estábamos tan bien, pero estábamos vivos, con la casa en pie y eso ya era suficiente.

El sismo fue para mí mucho más que un movimiento de la tierra. Fue un terremoto interno. ¿Cuál es el mayor miedo de una madre? Que le pase algo a un hijo. O peor aún, morir y dejarlos sin mamá y/o papá. Yo experimenté por primera vez en mi vida todas las dudas y temores existenciales. Todavía no lo supero. Cierro los ojos y siento que aún se mueve. Miro las paredes agrietadas y esas grietas se me replican dentro.

La gente está muy nerviosa, y yo no soy precisamente la excepción. Hoy casi mato a una vieja que quiso ponerse delante de mí en la fila del supermercado. Tenía el chango más repleto de todo el Jumbo. ¡Ni cagando! Pero lo peor fue que la vieja que estaba al costado de esa vieja me dijo: “Y tú que eres argentina por qué no te vuelves a tu país y nos dejas de molestar y quitar la comida a los chilenos”. Por un segundo pensé en quedarme callada. Pero luego la miré y le contesté: “Usted no tiene anillo de bodas. Supongo que ese humor es el que uno tiene si llega virgen a los setenta”.

Toda la gente que escuchó se empezó a reír, y a mí me dio mucho gusto. Una señora me felicitó por lo ocurrente y le dijo a las dos viejas que no podían tener tanta porquería en la cabeza. Por supuesto que se fueron para otra fila, y yo pasé mi chango con puros filetes, mantequilla y yogures.

De a poco, supongo que todo irá volviendo a la normalidad. Gracias a D`s por proteger a mi familia y por proteger a todos los amigos que hemos hecho este último año en Chile. Fue muy tranquilizador sentir que no estábamos solos.