martes, 24 de noviembre de 2009

Dos para ti, nada para mí. Tres para ti, nada para mí...

La charla con mi amiga fue más o menos así:
“Al cabro lo invitaron a un cumpleaños deportivo de puros hombres y, cuando llegó, era el único que no tenía polera de fútbol. Desde que llegamos a la casa lo único que hizo fue pedirme que le comprara la bendita polera. Supe que en el Homecenter la vendían a doce lucas, así que partí para allá, pero cuando llegué estaban agotadas. En las tiendas están 30 lucas y no voy a pagar 30 lucas por una polera. Porque tiene que ser la del seleccionado o la de la U. No puede ser cualquiera. Además, ahora que vamos al mundial seguro que la cambian, porque el patrocinador va a cambiar, y después va a querer el modelo nuevo. De ninguna manera voy a comprarle la polera. No por 30 lucas. No puedo decir que sí a todo. No gasto eso para mí, no voy a gastar para los niños que hoy quieren esto y mañana ya lo dejan botado”.

Yo venía de probar una sesión de airbrush tanning para mi nota en revista Paula y parecía recién llegada del Caribe. Mientras mi amiga tomaba café con edulcorante y yo devoraba papas fritas con coca normal, pendiente de que mi bronceado no destiñera mi propia polera, escuché atentamente su reflexión. Sentí que tenía razón. El gasto no se justificaba.

A la mañana siguiente sonó mi celular. “A que no sabes de dónde vengo”. “Sí lo sé, vienes de gastarte 30 lucas en la polera”. Típico!!!! Yo hubiese hecho lo mismo. Lo hice en más de una oportunidad de hecho...

Las invito a hacer un ejercicio: piensen en las últimas diez veces que fueron al mall. ¿En quién gastaron, en ustedes o en los niños? Es que todas somos igual de huevonas hijodependientes.

A mi no me gusta comprar. Me fascina comprar, pero desde que las niñas existen del 100% del dinero que gasto, el 99% lo dedico a ellas. Yo con suerte me regalo una falda, o un zapato de temporada. Para ellas, todo. La más chica tiene al menos 8 modelos de calzado talla 22 y la mayor, si quisiera, podría no repetir el vestuario en todo el verano. Compro cintillos al mayoreo, chalas de casi todos los colores, parkas miles.

He pasado noches sin dormir comprando compulsivamente por Internet vestidos de princesas, disfraces, pijamas, zapatillas con luces, con ruedas, con resortes. De Barney, de Dora, de Blancanieves, de Hannah. No tengo medida. Y si me pidieran una polera de 30 lucas, compraría dos. Por si una se mancha o se pierde.

Psicológicamente hablando debe haber una explicación. ¿Por qué nosotras usamos patas de Patronato y los niños puro babygap?

Como no soy psicóloga mi teoría se basa en el sentido común y la experiencia: ellos mandan. Nos mandan. Aunque no anden levantándonos el dedito para darnos órdenes, son los amos y señores de cada casa. Por eso se merecen lo mejor. Y nosotras las responsables –generalmente inconscientes- de alimentar su (in)necesidad de tenerlo todo. Y más también.

Mi segunda teoría es que tenemos la mente un poco retorcida y usamos a los cabros chicos como Barbies y Kens, total a ellos todo les queda bonito entonces se justifica la inversión. Vestirlos lindos nos hace sentir mejores madres... ¿Eso lo dije o lo pensé?

Como dice la Ximena H, vayamos al callo: levante la mano quién hubiese aguantado una pataleta por una polera de fútbol. Bien.

Ahora levante la mano quién hubiese gastado las 30 lucas. Lo sabía, ¡siempre las malas madres terminamos siendo la mayoría!

3 comentarios:

  1. genial!!!!!!
    100% de acuerdo, mas identificada imposible. sofia

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  2. Han visto la propaganda de tarjetas de crédito... esa la hizo una madre... la cara de felicidad por la polera no la imaginan!!! disfruté ser la mejor madre del mundo por unos días.
    De haber sabido que la iba a usar todos los días, no gastaba en otra ropa... finalmente hasta fue rentable.
    Agrego que la mezcla de ser mamá y psicóloga no es lo mejorcito: no sé si compro por sentimientos de culpa o por evitarle un trauma al niño!!!
    Otra pregunta, por que gasto mas en mi hija que en mi hijo???

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  3. Porque es un hecho: las niñas son más caras. Hay para ellas cosas más bonitas. Además, tú lo sabrás explicar más profesionalmente, de alguna manera nos proyectamos en ellas. Queremos que sean y tengan lo que no pudimos ser ni tener...

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