lunes, 14 de diciembre de 2009

Vacaciones

Lo que sigue es un poco escatológico, así que si alguien lo prefiere puede saltearse el párrafo.

Me dieron ganas de ir al baño. Caminé a mi cuarto, cerré la puerta y me senté en el water. Primero entró la Malena al grito de “papel, papel”. Agarró el rollo de confort y empezó a separarme las piernas. Me resistí, obvio, así que se tiró al piso y empezó a llorar. En ese momento entró la Sol: “¿Qué haces mamita?”, dijo. “Y a ti qué te parece que hago sentada en el baño”, le contesté. “Y yo qué sé, ¿Pichi o caca?”, retrucó.

Empezaron las vacaciones. Y yo no puedo ni mear tranquila .

Tener a los cabros chicos en la casa es, al menos para mí, algo realmente terrible. Y no porque no sepa cómo entretener a las niñas, sino porque simplemente no me interesa hacerlo. No tengo vocación docente, no tengo vocación de esas tías que animan cumpleaños... no es que no tenga vocación de madre pero, sabemos, tengo mis limitaciones. Sobre todo a nivel paciencia.

Tengo la cabeza al borde de la explosión. Las voces agudas y los llantos incesantes me perforaron el cerebro las últimas 14 horas. Y siguen, y siguen, y siguen...

Es en este minuto cuando me pregunto en qué estaba pensando cuando cedí ante la presión social. “Tus hijas te necesitan, no puedes estar trabajando todos los días hasta tan tarde”. Si no fuese porque me consta que soy abstemia, hubiese jurado que estaba borracha cuando fui a renunciarle al CEO de la editorial.

Jaja, todavía me acuerdo. Le golpeé la puerta, le dije que necesitaba hablarle, que sentía que había cumplido un ciclo y que ya no era feliz en ese lugar porque creía que en esas condiciones le estaba fallando a mi familia. Él me miró y, con su falso acento español (es de esos argentinos que vivieron un par de años en Madrid y ahora hablan de vosotros), me dijo que no podía ir en contra de mis convicciones, pero que lo pensara, que lo hablara con mi editora.

Recuerdo el final de la historia y lloro.... buahhhhhh

Esas sí que eran vacaciones. Me iba a las 11, volvía entre las 19 y las 21 hs según el día, comía conversando con personas adultas y hasta podía fumar en paz con mi amiga Josefina. La única vez que mi hija me vio con un cigarrillo en la mano (y ni siquiera era mío) alegó: “vos sos tonta o te querés morir y que yo me quede sin mamá para toda mi vida”. Nada puedo hacer sola en estas falsas vacaciones. Ir al súper les parece fascinante y acompañarme a la manicure es el mejor panorama.

Para peor, ya no usan el uniforme así que la pataleta mañanera será rutina los próximos noventa días. Que el vestido rayado le molesta, que usar shorts es incómodo, que la ropa de cambio, que las chalas se le salen, que el gorro lo arruina el peinado, que el traje de baño tiene que ser sí o sí bikini. Etcétera, etcétera, etcétera.

Las vacaciones son vacaciones para las maestras. Son vacaciones para los choferes de buses. Son vacaciones para los que trabajan sacando fotocopias, para los que venden mochilas, o los que montan el puestito de dulces en la puerta del colegio. Pero no para nosotras. Una madre en verano tiene más pega que cualquier ingeniero comercial en temporada de resultados y balances. ¡Al menos ellos pueden ir a mear tranquilos!

Y para colmo típico que los maridos llegan a la casa, nos ven con la cara larga y los pelos revueltos y le preguntan a los niños: “qué tal el primer día de vacaciones”. Y una se los quiere comer crudos a ambos.

Estoy agotada. ¡Yo necesito clases!

1 comentario:

  1. HOLA VANINA. Hace un tiempito llegué a tu blog por un comentario de alguien en facebook. Me pareció genial. Y acá voy a soltar un lugar común que en general evito pero... ¡me sentí tan identificada...! Compartimos profesión y también maternidad de mujeres. Las mías son tres, tres increíbles princesas de este siglo, de ocho, cinco y nueve meses, por quienes me desvelo jugando a la mamá que no tiene nada más que hacer cuando en realidad trabajo en esa combinación agotadora que es el free-lance full-time (en home-office, para continuar con los compuestos anglo).
    Como vos, me encuentro hamacándome al son de un arrorró interno en cada semáforo en colorado, gasto lo que no puedo en el glamour de mis pequeñas y me pregunto qué será de mí de acá al comienzo del ciclo lectivo 2010. Esto, por solo mencionar tres coincidencias entre mi experiencia diaria y las desopilantes observaciones de tus posts. Me llamo Sol, te seguiré leyendo, te aseguro que en mí tenés un par! Un beso.

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