jueves, 29 de octubre de 2009

De tareas y manicuras

Yo ya fui al colegio. Ya aprendí a leer. Ya sufrí con las matemáticas. Ya reprobé y ya recuperé Ciencias Naturales. ¿Por qué las maestras de mi hija se empeñan en hacerme repetir lo que ya se? ¿Por qué le dan tareas que solamente puede hacer si me paso toda la tarde al lado de ella? Insisto: yo ya fui al colegio. ¿Y las mamás que trabajan cómo hacen? ¿Se quedan hasta cualquier hora para cumplir? ¡no es justo!

Nos toca investigar sobre las chinitas. Cómo nacen. Cómo se reproducen. Cómo se alimentan. Cómo viven. Nada me importa menos que las chinitas, pero para el jueves tenemos que hacer láminas y maquetas.

Me siento en el computador y googleo “ladybug”. Tengo la sensación de que siempre hay más material en inglés. No me equivoco. Hay exactamente 4.730.000 sitios sobre las chinitas.

En veinte minutos termino la investigación. Imprimo, recorto, pego. Unas tres horas más tarde la lámina y la maqueta están listas para que mi hija pueda hacer su disertación. “Quedó casi perfecta. Es como muy blanca... no puedes ponerle escarcha dorada para que quede como la del Mauricio. Y al árbol podrías ponerle ramitas de verdad. Porfiiiii”, me dice mi niña mientras sigue jugando con sus pet shops. Trago saliva. OK, le ponemos escarcha y ramitas. “Gracias mamita, eres la mejor”, dice, sin dejar de jugar.

¿No se supone que las tareas son para los niños? ¿Alguna vez alguien vio una lámina escrita con caligrafía infantil? ¿O una maqueta de kinder que pareciera hecha por un chico de seis?

Tengo una teoría: pienso que se trata de una venganza encubierta de las educadoras porque deben pasar todo el día rodeadas de cabros chicos y ni ellas los soportan, más allá de su incuestionable y admirable vocación.

Ellas eligieron su profesión. Ahora, que se hagan cargo. ¡Pero a mí que no me jodan! Y si me van a hacer trabajar, que me digan dónde presento mi boleta de honorarios... O mínimo me paguen la manicura, porque típico que después de tanta manualidad, las uñas terminan a la miseria...

2 comentarios:

  1. Vanina, mi hijo de seis recortó unas fotos de unos lobos horribles que eligió de google, las mal pegoteó sobre un trozo de cartulina que estaba arrugado (lo fue a comprar él con la nana y eligió el color más oscuro) y escribió con su letra las cosas sobre lobos que él me pidió que le tradujera al inglés: las escribió tal como las escuchó.
    A él le tocó ser el primero del curso en disertar y yo me sentí contenta de que hubiera armado su trabajo solo. Pensé que le había quedado bastante feo, intenté arreglárselo pero no qiso, y supuse que, con los años, ya mejoraría.
    Hasta que vi las disertaciones expuestas de sus otros compañeros, todas como la tuya de las chinitas, con escarcha y ramas de verdad, y entendí. Los trabajos no son para los niños.

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  2. Bueno, al menos le tocó ser el primero. Seguro tus uñas no quedaron como las mías.
    Se me ocurre una idea: ¿y si les empezamos a pedir a las maestras que nos ayuden a armar ejercicios para practicar con los niños en la casa? Así también las hacemos trabajar para nosotras...

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