domingo, 7 de agosto de 2011

Aniversario sin equipaje

No me pidieron casamiento de una manera muy romántica. Estábamos en el estacionamiento subterráneo de una clínica. Habíamos ido a visitar una amiga periodista que había tenido mellizos. Y ahí, con olor a monóxido de carbono y ruido de motores como telón de fondo, me preguntó si me casaría con él.

Han pasado diez años desde que por disposición de las autoridades argentinas tengo su apellido en mi carnet de identidad, cosa que odio profundamente. Debería estar más equilibrado el asunto: ahora que los gays se pueden casar estaría bueno que nosotras podamos seguir usando nuestro apellido como apellido... ¿o es mucho pedir?

Nadie nos dijo que el camino sería fácil, y de hecho no lo ha sido. Pero aquí estamos, juntos, criando a dos hijas que nos vuelven absolutamente locos (en el sentido metafórico y también en el literal), re-eligiéndonos cada mañana a pesar de las muchas cosas que nos molestan del otro. He aprendido a convivir con sus ronquidos y él ha aprendido a esquivar los zapatos que sin querer me olvido por toda la casa. Juro que intento dejarlos en el clóset, pero por algún motivo no lo logro. Jajaja

Podríamos haber organizado una gran celebración familiar, y hasta podríamos haber editado un CD con fotos y música bonita que recorra los 16 años que levamos juntos (sí, 6 de pololeo, y por favor no me juzguen!). Pero finalmente tomamos la mejor de las decisiones: desaperecer!!!!! Sí, por primera vez desde que nacieron las niñitas, es decir exactamente 7 años, nos vamos de viaje en serio: diez días, nueve noches, completamente solos. Y no siento ni un poquitito de culpa. Nada. De hecho no puedo creer que haya pasado tanto tiempo sin que nos animáramos a viajar ‘sin equipaje’.

Dormir hasta cualquier hora, entrar a las tiendas sin que nadie me pida que le compre absolutamente todo lo que está a la venta, leer un libro sin ilustraciones... es que en verdad no puedo creer que sea cierto. Nos vamos en un par de días y estoy contando los minutos. Las niñitas se quedaran en casa con la mejor compañía posible: la tía y la abuela.

Estoy más excitada que cuando me fui de viaje de estudios, más ansiosa que la noche anterior a titularme y más hiperventilada que Dori, la pecesita de Nemo.

¿Qué dijeron las niñas? Male no cachó nada y Sol sólo preguntó si le íbamos a traer un Ipod. Si ese es el precio de mi libertad, estoy dispuesta a volverme distribuidora oficial de Apple en chile.