martes, 28 de septiembre de 2010

Tiempo de tener tiempo

Fueron demasiados días feriados, demasiada pega, demasiados resfriados. Por una cosa u otra, no escribí. Y mi excusa fue simplemente esa: no encontré tiempo para hacerlo. Así como otras no encuentran tiempo para estudiar, o para tener hijos porque están full trabajando, o para trabajar porque están full criando, yo no encontré tiempo para sentarme en el computador y postear algo más o menos digno. Sorry.

La semana pasada fue el cumpleaños de mi abuelo. Durante días me comí la cabeza pensando cómo podía ser tan mala nieta y no acompañarlo en su celebración número 87. Pero bueno, todo no se puede. Él está en Buenos Aires, yo acá, tengo trabajo que hacer, todavía soy nueva en la empresa y no da empezar a pedir vacaciones, las niñitas tienen clases… más que perdonada. Eso pensaba hasta que mi corazón se estrujó y me ví “obligada” a comprar un pasaje. Hablé con mi editora, me inventé una nota allende la cordillera (para eliminar cualquier tipo de culpa profesional) y partí a las 7.30 hs para regresar a las 23.50, del mismo día.
¿Conclusión? La falta de tiempo es puro cuento. El tiempo está ahí, esperando que abusemos de él. Lo que nos falta es capacidad para utilizarlo de manera inteligente. Y sin culpas.

No, no estoy diciendo que todas seamos incapaces de administrar las 24 horas del día. O en realidad sí, sin ánimo de ofender a nadie. Es que las minas tenemos esa horrenda capacidad de ahogarnos en un vaso de agua. Vemos el árbol pero no vemos el bosque. Tenemos tantos problemas que nos cegamos ante las soluciones. Perdemos tanto tiempo lamentándonos por lo que no hacemos que nos olvidamos de disfrutar lo que sí hacemos o, lo que es peor, lo que podríamos hacer.

Hace muchos, muchos años, me agarró una terrible pataleta porque una amiga mía se celebraba el mismo día que mi primo. Yo, obviamente, moría por ir a la fiesta de mi amiga. Pero en casa me explicaron que una cosa es el querer y otra muy distinta es el deber. Y que más allá de que yo quisiera ir al cumpleaños de Anita, debía ir al festejo familiar. Así lo hice. Y diría que esa enseñanza podría seguir teniendo vigencia en mi vida… pero últimamente he decidido que no, que de ninguna manera. Desde hace un tiempo hago lo que quiero y quiero lo que hago. Y lo que corresponda, o lo que los demás esperen, me tiene absolutamente sin cuidado. Tal vez para muchos yo sea una loca que dejó a las cabras chicas en Chile y se arrancó a Buenos Aires. Pero para mí, y lo que es más importante, para mi abuelito, soy la mejor nieta del mundo.

Como siempre, la moneda tiene dos caras. De nosotras depende. O seguimos quejándonos de que el tiempo no alcanza, o nos cargamos el tiempo al hombro y lo dividimos a gusto y piaccere. Créanme, es mucho más entretenido... y las niñitas ni me pescaron.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Irresponsable

La falta de sueño no es buena consejera. En los últimos días me he peleado con medio mundo. Estoy intolerante, irritable, malhumorada y enojona. Más que de costumbre. Es que siento sobre mis espaldas el peso de demasiadas responsabilidades. El colegio, el pediatra, los cumpleaños, los compromisos sociales, el trabajo, la pareja, la familia que está lejos, la casa, etc, etc, etc.

Y la culpa, una vez más la culpa, me está comiendo el cerebro. Lógico, cómo no sentir culpa cuando la fantasía de tomar un avión que aterrice en el medio de la nada, sin celular ni acceso a Internet, se hace cada vez más recurrente. Ahhhhh! De sólo pensarlo se me hace agua la boca. Nada de llantos, nada de reclamos, nada de pataletas, nada de reuniones, nada de gente!!

Hoy es un buen día. Mi marido supo leer mi cara de poto y arrancó con las niñitas a algún lugar. No tengo ni idea por dónde andan. Y, entre nos, tampoco me importa. Sólo deseo que sea lo suficientemente lejos como para que demoren harto en volver.

Hoy veía la chanchita Olivia y me reía sola. Vieron ese capítulo en el que ella le dice a su mamá que va a salvar el mundo y la madre le contesta: “Ok, pero ten cuidado al cruzar la calle”, es demasiado genial. ¿Quién no mata por 24 horas en silencio? Yo sí. Y si alguna dice que no es, a mi entender, una auténtica mentirosa.

Estoy chata de este modelo inabordable de mujer esponja, capaz de absorber múltiples responsabilidades. Quiero hacer una cosa por vez. O ninguna, y que no me importe. Quiero dormir con tapones para no escuchar que las niñitas se despertaron. Quiero usar buzo para no darme cuenta si estoy más gorda. Quiero tomarme vacaciones para visitar a mis abuelos y que no me importe si suena irresponsable. ¡Eso! Yo quiero ser irresponsable. Mucho más irresponsable de lo que ya soy.

Quiero ser como la mamá de Olivia, que ni se inmuta cuando sus hijos salen a la calle y sigue concentrada en sus galletas. Quiero encontrar el botón de pausa para parar el mundo y bajarme por un rato. ¿Quién viene?

domingo, 5 de septiembre de 2010

Él viaja (y yo voy a colapsar)

Los trabajos de hoy implican viajar ene. Una lo sabe. Una sabe que cada tanto el marido va a viajar y en la casa va a quedar la escoba. Pero una aperra, y trata de que todo fluya.

Lo que una no sabe, es que a él le va a tocar viajar justo la semana con más feriados en todo el año. Y lo que una no acepta, es tener que trabajar el triple mientras él se queja de lo agotador que será el viaje… en avión, con embarque preferente y toda la huevada.

Una, vengo a ser yo. Y en honor a la verdad, me quiero matar!!!!!!

Hay un momento en la vida de la mujer en el cual es mucho más importante tener al lado a un buen padre que a un buen marido. Y yo estoy en ese momento. Eso no quiere decir que la vida de pareja haya pasado a un segundo plano. O sí, pero no creo que sea algo malo. En todo caso son etapas.

Hoy, por ejemplo, fuimos a remontar volantines. En realidad a intentarlo, porque entre que había poco viento y que no teníamos ni al menor idea de cómo hacerlo, con cueva si la cuestión se elevó más allá de la altura de los árboles. Él ayudaba a Sol y yo a Malena. Para eso tuvimos dos hijas: para que cada uno pueda ocuparse de una. Pero ahora la cuenta ya no cierra: cómo hago solita si en estos días las dos quieren hacer volar los volantines. Cómo lo hago a la hora del baño. Y de la cena. Y de la dormida. Y, por sobre todas las cosas, cómo lo hago de madrugadaaaaaaaa. Oh my god. Qué semana de mierda.

Y lo peor del cuento, es que típica que cuando vuelva de su viaje va a estar exhausto de tanta reunión... ¿por qué los tipos creen que somos tan idiotas? ¿De veras piensan que un viaje de trabajo es más cansador que quedarse en la casa con las niñitas?

No sé qué opina el resto, pero al menos yo estoy chata de escucharlos amenazar con el típico: “si quieres te cambio, sabes lo que daría por pasar más tiempo en la casa”. Digamos que soy un claro ejemplo de que eso no es cierto. Ahora que trabajo todo el día estoy definitivamente más descansada. Tengo menos tiempo para todo, eso sí es cierto, pero qué rico poder huir de las tareas domésticas y llegar cuando todo está casi listo... así que no me vengan con cuentos. Si tienen que viajar, viajen. Pero cuando vuelvan nada de quejas.
Puros regalos y harta paciencia. Porque es posible que, por unos días, una decida no hacer nada. No es por venganza... es por justicia!!